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Jerez

Los olores que se han perdido

Por qué en los planes generales de Ordenación Urbana no se catalogaron de no urbanizables las cascos de bodegas del centro de Jerez

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Jerez se suma cada año a la celebración del Día Europeo del Enoturismo, conmemorando así la importancia del Vino y el Brandy para un territorio en el que la presencia vitivinícola data de hace miles de años. El Día Europeo del Enoturismo es una oportunidad única para disfrutar en otoño de singulares actividades, que se recogen en un amplio programa que permite disfrutar de los rasgos culturales ligados al vino en la ciudad y en el que se dan cita actividades como catas maridadas con vinos de Jerez, jornadas de puertas abiertas a bodegas, museos, y otros atractivos, gymcatas, catas comentadas especiales, yoga, running, exposiciones, flamenco  ...

Desde el pasado lunes 7 de noviembre y hasta el domingo 13  se llevó a cabo un interesante programa de actividades enoturísticas que, incluso, han tenido repercusión nacional a través de los medios audiovisuales. Y en uno de ellos se hablaba de los olores, esos olores que antes teníamos en Jerez y que ya no tenemos. La nostalgia me invadió cuando escuchaba hablar de los olores del vino y del vinagre de Jerez y pensaba qué sería ahora mismo de esta nuestra ciudad si cuando se aprobaron los sucesivos planes generales de Ordenación Urbana se hubiese apostado por poner catalogación de no urbanizables los suelos de esas bodegas céntricas que hacían que por la Avenida, por el Mamelón, por Guadalete, por todos los sitios del centro de la ciudad el olor a vino fuese el gran protagonista.

Pero no solo el olor sino el color blanco de las fachadas de las bodegas, esas bodegas que han sido señas de identidad de una forma de vivir, de una cultura, de una ciudad que la ha ido perdiendo porque los cascos bodegueros ya no están por donde desfilan extranjeros y no extranjeros que saben de las bodegas, porque están ahí, pero que no las perciben en sus paseos por el centro neurálgico de una ciudad que un buen día se dejó perder sus centenarias señas de identidad en favor del modernismo y de la burbuja inmobiliaria que casi todo lo terminó arrasando. Nuestra industria milenaria sigue existiendo pero esa identidad de la ciudad con ella ya no es ni un atisbo de lo que era. ¡Ay, el poder de Don Dinero!  

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