Además, el almirante Dennis Blair, que fue comandante del Mando del Pacífico, será el próximo Director Nacional de Inteligencia, un cargo creado en el mandato de George W. Bush y que tiene como misión coordinar los trabajos de los distintos servicios de espionaje.
Panetta, que fue jefe de Gabinete de Clinton (1993-2001), ha sido hasta ahora director del instituto que lleva su apellido dedicado a estudios políticos en la Universidad de California en Monterrey.
El ex asesor de Clinton, que cuenta con fama de ser un excelente administrador y gestor, adolece, sin embargo, de experiencia en el terreno de los servicios secretos.
Su nombramiento, que Obama debe aún hacer oficial, estará pendiente de una audiencia de confirmación en el Senado.
De recibir el visto bueno de esa cámara, Panetta tendrá que hacerse cargo del mayor servicio de espionaje estadounidense, principal responsable de la búsqueda de los líderes de la red terrorista Al Qaeda, en momentos en los que la CIA acomete una profunda reorganización y la moral de sus agentes baja.
Aunque la selección de Panetta para dirigir la CIA representa una sorpresa, no lo es la candidatura de Blair, que encabezó el Mando del Pacífico durante los atentados del 11 de septiembre de 2001, es un experto en China y fue director adjunto de asuntos militares en la CIA.
Las candidaturas de Panetta y Blair completan los nombramientos de primer nivel para el futuro gobierno de Obama, a falta de que el presidente electo designe a un nuevo secretario de Comercio después de que el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, se retirara este domingo a raíz de una investigación judicial. Obama, que durante la campaña se mostró muy crítico con los métodos de interrogatorio empleados por la CIA, buscaba designar un director de esta agencia que no tuviera vínculos con esas técnicas, lo que ha podido limitar su selección.
Su candidato inicial para el cargo, John Brennan, retiró su nombre entre las críticas del ala liberal demócrata por su papel en la formación del programa de detención e interrogatorio de la CIA tras los atentados del 11-S.