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Algeciras

Algeciras, debido al lugar que ocupas estratégicamente con tu bella Bahía a orillas del Estrecho de Gibraltar...

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Algeciras, debido al lugar que ocupas estratégicamente con tu bella Bahía a orillas del Estrecho de Gibraltar, no hay otra ciudad o pueblo en esta bendita tierra, que más me apasione e intrigue por tu idiosincrasia, naturaleza y condición. Habiéndote permitido la sabia naturaleza, que realices entre otras funciones la de nexo de unión entre Europa y África.

Y, al ser reina, madre, dama de noche, novia del sol, cívica, espontánea, crítica y esquizofrénica. Con tus manojitos de claveles y perfumen aromatizado de albahaca, poleo, incienso, hierbabuena, jazmín, rosa y menta. Embriaga la frondosidad de tus raíces, la esencia de tus romeros, la canela de tus sentidos, el rocío de la fina escarcha de tus sombras y los pentagramas musicales de tus notas y bemoles.


Siendo la causa, para que me atreva a plasmar lo mucho que me atraes y me enojas en esa biopsia que nos concita, al ser usted mi querida amiga entre otras cosas: marinera, dulce, salada, agria, católica, borbónica, romántica, despreocupada, anarquista, republicana, nacionalista, flamenca, comunista, fascista, taurina, socialista, atea, filosófica, loba de la mar, sirena de la brisa, metafórica y surco en la tierra… Estimadas-os lectores, tengo el alma rota y la voz quebrada. Y si no lloro cuando me encuentro a las 08.00 horas del miércoles doce de noviembre de dos mil ocho, creando esta tribuna de opinión y dedicándosela respetuosamente a mí aesiras mares, es porque ha amanecido para mí un nuevo día primaveral en este nebuloso otoño. Y, ni se imaginan el delirio afectivo que me ha provocado tanta luminosidad, cuando los rayos solares traspasaron el umbral de mi mente, nada más concienciarme que me encontraba yaciendo vivo, en los pilares de un singular y cosmopolita templo sagrado llamado Algeciras. Pero, ante la necesidad de beberme sorbo a sorbo sus raíles y traviesas en la primera infusión mañanera de sus lagares. De la montonera de libros de cabecera, que tengo apilados en mis mesillas de noche, seleccioné entre todos a mi poemario titulado: Cuando respira el mar.

Y cuando lo tuve a buen recaudo, entre las sensibilidades de las yemas de mis dedos. Como un perro de caza husmeando detrás de la pieza, me aproximé sin hacer ruido hasta las taramas de las páginas cuarenta y siete, donde se encontraba plácidamente el poema Embriagado. Y al percatarse de mi presencia, me permitió que me acercara, para que saboreara una vez más sus versos que dicen: “Beber en el hueco de tus manos/ o beber en la fuente de tu boca,/ quisiera yo esta mañana,/ ya que anoche en lo oscuro,/ amándome me embriagaste./ No sé ni lo que siento,/ porque me inundan tus alas,/ y tu sincero cruzar,/ por mis calles abiertas./ Fue tan bello el amor,/ la distante presencia,/ que desperté con resaca,/ tan borracho de beberte”.

Algeciras, no sé qué decirte más, porque tu ente es o no es lo anteriores según las alboradas con las que te palpen y examinen. Pero creo que desde tiempos inmemoriales te identificas con gran parte. Porque el destemple crónico que padeces, produce pulmonías que embargan la miel de tus instintos. Por consiguiente, las sensaciones que me originas no las he percibido en ningún otro lugar donde he residido. Ya que a pesar de haber sido arrasada a lo largo de tu existencia, posees una magia especial que imantas y repeles a la vez. Y esas circunstancias tan contradictorias te hacen como a mí, que seas especial y diferente. Por lo tanto, si me impusieran por castigo vivir en otro territorio, jamás lo aceptaría porque me duelen tus arrugas y sangro con tus sufrimientos. Y, si se dice que “de Madrid al cielo”. Pienso, que desde Algeciras al infierno, al ser el lugar donde están los pecadores, la guasa, el arte, la cultura, la picaresca, los genios y la ciencia.

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