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España

Y la luz se hizo...

Una anécdota ocurrida estos días en casa y que nos hace ver la dimensión de la luz en los días previos de la Navidad.

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Vir es enfermera, de las buenas, pero tiene vocación por la electricidad.
14 diciembre 2011 Intentaba hacer un vídeo con una de mis hijas y a esto que la lámpara del estudio no
funcionaba. No te preocupes, que esto lo arreglo yo en un plis-plas. Desmonta cables,

uniones, aislante. Enchufa y la siguiente escena fue un bonito espectáculo de fuegos
artificiales en forma de chispas, rayos y centellas. La instalación eléctrica de la casa
fundida.
Se acabó el trabajo, se acabó la dichosa tele, el molesto teclado musical que no
deja estudiar a mis hijas, se acabó la cena (aparte de bocadillos de jamón que no
requieren preparación moderna). Nuestras electrificadas casas no pueden funcionar con
normalidad y uno siente una profunda inacción y se acuerda de los sevillanos (por
aquello de la Sevillana de Electricidad). De repente el ambiente quedó muy romántico
con velas por aquí, velas por allá. El ordenador se quedó colgao, como tantas gentes de
hoy.

Salta una chispa en nuestro interior que nos hace decir: “la madre que parió al tío
que inventó la luz” (y la pagamos con el pobre de mi primo Thomas A. Edison).
Nos pusimos a hacer cuentas de las cosas que podíamos hacer sin luz, una
retahíla de cosas increíblemente variada que estuvimos cantando como los niños de San
Ildefonso: contar chistes, jugar, cantar, rezar. Alvarito no se quedó a la zaga: “se puede
decir tonterías y montar en burrito”. Por fin tercié: “también se puede dormir, vamos, a
la cama”.

En la tranquilidad que nos ofrecía la oscuridad sin ruidos ajenos a la casa, me
daba cuenta que por simplificar nuestra vida, la habíamos complicado en exceso (hasta
los dientes se limpian con el ronroneo de un motor). Mientras me tomaba un vaso de
kéfir de leche y fumaba un cigarro, hablábamos mi esposa y yo animadamente, como
desintoxicándonos de tantas dependencias y complicaciones. Y es que vivir es más
sencillo de lo que parece o nos hacen creer.

Vir nos quitó la luz física pero nos trajo otra luz más clara y luminosa, la luz
interior que a veces nos cuesta descubrir. Y esa luz sí que alumbra de verdad.

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