21 diciembre 2011 inmediato de futuro incierto, en la segunda uno está seguro del resultado si bien el proceso
puede ser laborioso.
Vaclav Havel acaba de morir. Fue presidente de la República Checa y escritor. Nos dice
algo que comparto totalmente: “las auténticas reformas sociales, más allá de los líderes y
programas políticos, se construyen en el interior de cada persona”.
Havel estaba convencido de que una vida en continua espera no es una auténtica vida.
Vivir esperando el cambio político o el aumento de sueldo o el fin de semana o las vacaciones o
que mañana te toque el gordo es algo desesperante. (Gordo, quítame las manos de encima).
Me apunto a la esperanza por encima de la deseada espera, prefiero la fianza de
esperar seguro, que el gusto de conseguir lo inmediato y pasajero.
Por quinto año consecutivo se ha celebrado en España el congreso “Lo que de verdad
importa” idea secuaz de la desarrollada por el millonario americano que inventó “What truth
matters”. Jóvenes con incapacidades físicas que se reúnen para darse cuenta que si no pueden
caminar o ver u oir, sí pueden luchar por sus sueños, sí pueden sentir la vida que les brota.
Con los años todos nos metemos en un “lo que de verdad importa”, y cuando
empezamos a no ver bien por la vista cansada, a abandonar el deporte porque nuestro cuerpo
ya no es lo que era, porque la vida material va dejando paso a la espiritual, entonces parece
que todo va recobrando su sentido porque la presbicia te dice que debes mirar más con los ojos
del corazón, y la artrosis te recomienda que practiques el movimiento interior.
Hoy que replanteamos la estructura actual del Estado y sus instituciones quiero decirte,
que ese Estado fuerte, potente, lo ha creado nuestro miedo, y esperamos en la sala de espera
la educación que nos ha de dar, y la sanidad, y el seguro, y el subsidio, y la pensión.
Pero en esa sala de espera reina la frialdad. Como en Narnia nevada.
Sólo en la sala de la esperanza se cuece lo que de verdad importa.