El tiempo en: Barbate

Curioso Empedernido

Una cita interesante

Había quedado conmigo mismo para escribir, como cada mañana, bien temprano, cuando aun no había amanecido

  • Juan Antonio Palacios. -

Había quedado conmigo mismo para escribir, como cada mañana, bien temprano, cuando aun no había amanecido. Estaba descansado y despejado, y las ideas fluían por mi cabeza, por todo mi cuerpo a gusto y buscándose unas a otras, sin obstáculos ni cansancios.

Me había propuesto que aquel fuera un día en que quedara fascinado con el hecho más rutinario y cotidiano. Me había recreado y había disfrutado con deleite de la primera taza de café, poniendo mis cinco sentidos. Me sentía con ganas de experimentar plenamente y descubrir nuevos mundos de los ya conocidos, jugar sin fraudes en los valores, ni descalabraduras provocadas por algún golpe involuntario.

Sentado en mi familiar sillón giratorio de mi despacho, que era la fábrica de mis análisis y reflexiones,, me encontraba como trasportando en la cabina de un cohete con destino a la Luna y aunque no tenía prisa por llegar, si ansiaba culminar el deseo que había tenido desde mi niñez y era poder contemplar nuestra casa La Tierra desde la superficie de su satélite, y comprobar lo pequeño de nuestra mismidad y la grandeza de nuestra insignificancia.

Aquella aventura espacial, me resultaba una cita interesante, que veía posible y que podía ser una realidad, aunque me pareciera un sueño, lo sentía tan cerca y tan lejos, pero realizable. La vida me había enseñado que aunque no diera a la primera con mi destino, lo importante no era la meta sino el camino, que me había enseñado a no preocuparme por lo que no podía cambiar y si hacerlo por lo que sí.

Tal vez cuando menos lo esperara, me sucedería algo inesperado y los planetas me traerían momentos agradables de luchas inútiles, rompiendo con la monotonía y ampliando mis horizontes. Podía sentirme feliz y lleno de esperanza, incluso aunque no tuviera demasiados motivos para ello.

Cuando me sentaba a escribir, aunque estuviera en medio del bullicio ciudadano, necesitaba buscar la paz y tranquilidad, lo que convertía el acto creativo en una experiencia solitaria. También era posible que todo lo que esperaba no saliera, pero eso le daba aun más fuerza en el caso que sucediera.

A grandes males, grandes canciones. Quizás por eso, cada vez que me disponía a acariciar el teclado para ver aparecer en la pantalla, como en un acto de magia, palabra tras palabra algo parecido a mis pensamientos, me gustaba tener música de fondo. Desde el flamenco a la clásica, pasando por los cantoautores de mi juventud.

En aquel momento me asaltó un deseo, y es decirle algo bonito a quien tenia a mi lado, a mi compañera de siempre, María, y pensaba que de forma general lo barato que resultaba ser amable con los demás. Debería figurar en todas las instituciones públicas y privadas que nos prestan un servicio, Letreros grandes y claros “SER AMABLE NO CUESTA DIERO; PRUEBELO”

He de confesar que mientras construía este articulo sentía que aquel con el que había quedado aquella mañana, yo mismo, era mi mejor amigo, pero podía convertirse en el peor de mis enemigos, cuando por alguna extraña influencia queremos convertir nuestro mundo real, entre lo posible y lo imposible, en una entelequia de tinieblas que nos amarga y nos tortura.

Confieso, que ante ese potencial peligro, había puesto a buen recaudo mis fantasías, para lanzarme y atreverme con algo que no había hecho jamás, y con mi actividad, resolución y participación en la comunidad, había aprendido a disfrutar de las alegrías porque había sufrido profundamente con las tristezas que me habían acompañado en los peores momentos. No caigamos en las redes de aquellos que intentan sembrar la discordia para que escuchemos sus voces y enfrentarnos con los demás.

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