El Ayuntamiento de Sevilla llama así a vivir en una habitación por el “módico coste” que debería reportar un piso de 75 m2 útiles. Es lo que hace poco tiempo otros llaman “vivienda compartida”, eufemismo para justificar el disponer de una vivienda sin especificar que se dispone de un pedacito dónde dormir para que el/la propietario/a ingrese el equivalente a tres, o cuatro viviendas de verdad, según el número de habitaciones que contenga. Si vivir en algunos barrios ya supone el sacrificio de soportar la “generosidad” de quienes “obsequian” a los demás con sus fuentes musicales produciendo un enredo similar al de una feria, “vivienda compartida” puede ser lo menos parecido a una vivienda, porque tienes dentro a los productores de ruido y no siempre solamente de ruido. Un resultado muy poco colaborativo, mejor nada, resultado de la escasez de vivienda asequible, que las instituciones administrativas parecen muy orgullosas de promover y hacer sufrir a la población.
Se ignora si esto es un ensayo general de preparación para las condiciones que impondrá el llamado “Nuevo Orden Mundial”, aunque también se ignora el objeto, a qué piensan dedicar el sobrante de viviendas después de la minoración de la población prevista por el fenómeno, aunque no fenomenal “nuevo orden” ya festejado por alguna ministra impaciente.
¿Será por eso por lo que el personal de “atención social” (?) recomienda soportar los llantos del niño, los gritos de la madre, las peleas del matrimonio cambiando el derecho a ocupar una vivienda digna por el de vivir en una habitación?
Si realmente esos alojamientos (con encomiable sabiduría no los llaman viviendas) son colaborativos será porque colaboren con eficacia a mejorar la economía de Emvisesa, si no, no se explica que un “alojamiento” de dos dormitorios pueda costar hasta seiscientos euros al mes. En este plan el “paganini” sí que colabora.
Por cierto: que sería interesante saber cuándo y en qué se invierte el beneficio de la empresa municipal de la vivienda.