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SALINAS LITORALES: ¿AL BORDE DE LA EXTINCIÓN?

Las salinas litorales son como esas joyas que cada cual interpreta en base a sus propios valores. Hay para todos.

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Toda una maraña administrativa y una situación enquistada, tanto en lo económico como en lo administrativo, está matando el oficio de salinero y acabando con las salinas tradicionales y con todo el ecosistema que mantienen.

Es el objeto de un análisis realizado por Amanda Rivilla Vitondo, de Atlántida Medio Ambiente, en el analiza la situación de las salinas tradicionales en toda España y también el caso particular de la Bahía de Cádiz.

Por su particular interés y por expreso deseo de la autora, lo publicamos íntegramente en este periódico.


 

SALINAS LITORALES: PATRIMONIO NATURAL, CULTURAL Y ECONOMÍA AZUL ¿AL BORDE DE LA EXTINCIÓN?

Las salinas litorales son como esas joyas que cada cual interpreta en base a sus propios valores. Hay para todos. Historia, patrimonio material e inmaterial, paisaje y paisanaje, biodiversidad, servicios ecosistémicos, gastronomía, I+D+i…cualquier enfoque desde donde se analicen las salinas litorales dan para escribir un libro. Investigadores, educadores ambientales, técnicos en gestión y conservación, intérpretes del patrimonio, ornitólogos, productores de sal, algas, moluscos, peces o crustáceos…pueden encontrar en las salinas litorales el motor de sus trabajos… Qué decir podríamos de la inspiración del fotógrafo, el pintor o el poeta…

Todos ellos contribuyen, muchas veces sin saberlo, a la conservación de unos espacios que, por su configuración natural y estructural, requieren de la presencia y gestión humana para subsistir. Como ocurre con las dehesas. Todos ellos suman sí, en combinación y a menudo de forma indirecta, pero solo unos mantienen vivo el espacio y todas sus características por si solos: los productores tradicionales de sal. He aquí el hándicap. La depreciación de la sal, la industrialización o la ausencia de relevo generacional, están provocando el abandono de las explotaciones tradicionales de sal.

Naturalistas, conservadores del patrimonio (natural o cultural), ecologistas, investigadores…todas nos lanzamos a buscar soluciones a este desastre y vamos dando palos de ciego, quizás por esa fuerza de la inercia que vuelve terco al ser humano y le obliga a la huida hacia adelante. Y quizás, solo quizás, la realidad no sea tan dura. En todo caso, habrá que analizar las causas de esta situación desde sus múltiples variantes, para poder plantear soluciones realistas, cuesten lo que cuesten o, no tomarlas, y asumir las consecuencias. Al menos así no tendremos esta sensación peguntosa del eterno quiero y no puedo.

Las consecuencias del abandono: Análisis y alcance del problema

Si lo analizamos desde el punto de vista del patrimonio natural, la salina pone a disposición de la flora y la fauna una multitud de espacios con condiciones naturales distintas (temperatura, salinidad, inundación), gracias a la presencia de balsas de agua a distinta profundidad. De ahí, que presenten una gran biodiversidad (a más sitios distintos, más especies distintas que pueden habitarlos). Si las salinas se abandonan, el resultado es que las aguas se estancan y, con el tiempo, se desecan, dando por perdidos todos estos nichos ecológicos.

Si el análisis se hace desde el punto de vista del patrimonio cultural e histórico, la salina resulta un ingenio que ha ido evolucionando desde hace miles de años para cubrir la necesidad vital de consumir sal, alrededor de la cual se ha gestado una identidad territorialrelacionada con lo singular del paisaje, el léxico, el utillaje o la arquitectura salinera. Si la producción de sal desaparece, las estructuras y construcciones se irán perdiendo o adaptando a nuevas necesidades. Si la producción artesanal de sal desaparece, el oficio y el paisanaje desaparecen.

Si el análisis lo hacemos desde el punto de vista del aprovechamiento humano, no solo debemos fijarnos en la capacidad de generar riqueza en el sentido económico como hacíamos en la introducción de este artículo, sino también en aquellos beneficios ecosistémicos menos evidentes (como la protección de la costa que ejercen sus muros, el aumento de la biodiversidad, la retención de metales pesados, el secuestro de CO2, el bienestar y la salud, la memoria genética de especies extremófilas…). Si el ecosistema cambia, algunos o todos de estos servicios ecosistémicos desaparecen, lo cual se traduciría a nivel económico como pérdidas e inversiones en dinero público.

De hecho, las salinas litorales son espacios catalogados en la Directiva 92/43/CEE del Consejo, de 21 de mayo de 1992, relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres (más conocida como Directiva Hábitats) como Hábitats de Interés Comunitario Prioritarios por su rareza y grado de amenaza (1150* Lagunas costeras), motivo por el cual y en virtud de los designios de esta normativa europea, los estados miembros están obligados a mantener su buen estado de conservación.En España, esta responsabilidad recae sobre los gobiernos regionales, al tener transferidas sus competencias en materia de conservación y gestión ambiental.

Es decir, en caso de que las salinas se abandonen, como ocurre de forma masiva desde hace algunas décadas, los gobiernos regionales deben invertir dinero público en mantener su buen estado de conservación ambiental.

En muchas salinas, además, encontramos figuras de protección de tipo histórico/cultural, especialmente en lo referente a sus construcciones (casas o molinos salineros) o sus propias estructuras, declaradas Bienes de Interés Cultural, o como Patrimonio Cultural Inmaterial el oficio y el paisanaje asociados. En este caso, la administración (dependiendo de la Comunidad Autónoma, una u otra) vuelve a tener obligaciones en cuanto a su conservación, de tal manera que, si la figura existe, se debe invertir dinero y esfuerzo público en su conservación en caso de abandono de la actividad económica y, si no existe, el desuso y el vandalismo condenan a estos

elementos a su desaparición.

No corren ya ningún riesgo el oficio, la tradición, el ingenio…que, salvo de forma testimonial, han desaparecido. Desde mi punto de vista, decir lo contrario es negarse a ver la realidad y someter a una presión injusta e indeseable a quienes aún quedan laboreando la salina de forma tradicional. Es posible que algunos pervivan a la historia, pero habrán de adaptarse. 

Y algunos buenos ejemplos hay, por ejemplo en las salinas de San Vicente en San Fernando, Bartivás en Chiclana, Biomaris en Huelva, Fuencaliente en La Palma o Janubio en Lanzarote. Ejemplos de personas que con arraigo y amor por su salina han dado la vuelta a la figura del salinero (o, por fin, salinera en el caso de Biomaris) y se han convertido en empresas con capacidad de adaptación que, a día de hoy, compatibilizan la producción de sal con otras actividades económicas (restauración, turismo de naturaleza, venta de productos exclusivos, turismo de salud…)…o lo intentan.

Y es que ¿quién quiere a día de hoy vivir como un salinero, trabajando de sol a sol todo el verano, para extraer un producto que no puede competir en precio con la sal de las salinas más grandes y, a pequeña escala, no consigue alcanzar el valor suficiente?

No somos pocos los románticos que esperamos que esto ocurra, que lo hagan sí; que vayan al tajo y usen sus cedazos o sus varas para cosechar el otrora oro blanco, que nos cuenten sus historias y mantengan vivo el paisaje y, de paso claro, que se adapten a los nuevos tiempos y envasen y distribuyan y comercialicen y cumplan con todos los requisitos administrativos y cuiden del entorno que es de todos y todas. Sin embargo, ¿no es injusto pedir a otros que mantengan unas condiciones tales para que el resto del mundo podamos seguir apreciando su oficio y costumbres? 

De las dificultades

La depreciación de la sal y la industrialización hacen que pocas grandes empresas copen el mercado de la sal, dejando muy poca cuota a aquellas más pequeñas que, con un carácter más tradicional, no pueden competir en precios pues obtienen menos volumen de sal al año.

A ello se le suma una normativa obsoleta que no permite diferenciar una sal de otra, más allá de la por fin reconocida flor de sal (aquella con menos contenido en cloruro sódico y curiosas características organolépticas que la han convertido en el nuevo producto gourmet por excelencia). Son idénticas  a nivel legal, la sal extraída de modo tradicional que la extraída de forma industrial con apoyo de maquinaria.

En función de la zona geográfica donde nos encontremos la casuística varía y la problemática se acentúa: En las salinas del atlántico peninsular, donde las carreras de marea son amplias y dejan gran espacio al Dominio Público Marítimo Terrestre, se suman a las competencias regionales de los espacios protegidos donde se encuentran casi el 90% de las salinas litorales gaditanas y onubenses, aquellas del estado en materia de bienes demaniales, resultando de ello una suerte de trámites, cánones, autorizaciones, plazos y comunicaciones de obligado cumplimiento para hacer casi cualquier cosa en el entorno de la salina y que complican infinitamente cualquier iniciativa o adaptación empresarial. 

En las islas, donde la plataforma continental no da margen a un intermareal amplio o en el Mediterráneo donde la carrera de marea apenas existe, las salinas se sitúan, muchas veces, en Zona de Servidumbre de Protección donde, si bien las restricciones y los trámites son menores, tampoco son sencillas de sobrellevar. Suelen coincidir aquí las competencias del gobierno regional, de los cabildos y ayuntamientos, es decir, sumarse cuestiones de falta de capacidad (en personal o inversión), con falta de empatía y suspicacias de tono político. 

El caso de la Bahía de Cádiz es aún más peculiar y sucede que la mayor parte de los terrenos se encuentran secuestrados en manos de antiguos propietariosque, con la entrada en vigor de la Ley de Costas del 88 mantuvieron sus terrenos en términos de concesión que, sin embargo, no llegaron a interiorizar como tal. La mayor parte de las veces, la situación es aún más compleja; la “propiedad” se encuentra en una especie de limbo administrativo, resultado de expedientes sin resolver para la concesión o no de esos terrenos.En todo caso, no se asume que se encuentren en terreno público y no se hace cumplir la ley cuando dice que si un espacio en concesión no se utiliza para el fin que fue concedido la titularidad ha de regresar a manos del estado.En este caso, nuevas empresas podrían explotar las salinas que a día de hoy siguen agonizando sin remedio porque, en lugar de eso, los actuales titulares pretenden subarrendar la explotación a precios desorbitadoso, simplemente, seguir siendo “dueños” a su manera de un espacio en Dominio Público.

En definitiva, las mismas administraciones que deben velar por proteger las salinas litorales, en su afán por preservarlas de fines poco nobles o prácticas contrarias a su condición de espacio protegido y público, dificultan tanto cualquier iniciativa económica que las bloquean, dándose la paradoja que al impedir su manejo por parte de terceros, deben destinar recursos económicos y humanos a una conservación que sobrevendría de la misma actividad económica que re realizara en ellas. Recursos que, a veces, no tienen.

O suponen trabas derivadas de esa misma carencia, ante aquellas empresas que se arriesgan y se aventuran en el negocio. Por supuesto que hay que estar vigilantes; todo negocio ha de ser estrictamente compatible con la conservación de los valores naturales y culturales de las salinas. Pero esta vigilancia y los trámites asociados no deben ser más largos que la capacidad del músculo financiero de la empresa (ni de su ánimo) o, de lo contrario, agotaremos a ésta y volverá la necesidad de invertir dinero público en lo que podría mantenerse a través de una actividad económica sostenible. Escasos son los ejemplos pero aún hay quien desea aventurarse en el mundo de la sal, como los hermanos Navarro en Tenefé (Gran Canaria) o los jóvenes Ángeles y Álvaro en el Carmen (Fuerteventura).

De manera que, si se trata de una empresa que quiera iniciar un negocio en estas salinas ya podemos atisbar las dificultades. Si por el contrario se trata de salineros de los que lo son de toda la vida, puede darse el caso que, buscando mejorar la resiliencia de su empresa y diversificar sus usos o productos, tampoco lo tengan fácil en este sentido, pues contar con la titularidad, la concesión y las autorizaciones para una actividad no es óbice para tener que solicitar otras tantas para la nueva. Pero también puede darse el caso de que no quieran. ¿A qué persona dedicada a un oficio durante más de 40 años, las más de las veces sin formación empresarial ni vocación emprendedora, se le puede pedir que, además de producir sal de sol a sol, haga unas cremitas de esas que ahora se venden muy bien? 

El fin de la inercia

¿Cuáles son las opciones entonces? Aceptar. Aceptar el cambio. La evolución. En cierto modo la pérdida de una parte. Y, una vez aceptado, adaptarse. La vida es continuo cambio. El mundo no es, decía Paulo Freire, el mundo está siendo. Y así, las salinas.

Ahora bien, la pregunta es obligada ¿qué estamos dispuestos a ceder?

Si lo que nos preocupa es el hábitat, las salinas industriales mantienen la estructura básica y una parte importante de los valores naturales y, a costa de perder ese cariz tradicional, poseen una rentabilidad suficiente como para hacer frente a los enormes costes de mantener una salina a día de hoy. ¿Se puede compensar la pérdida? ¿Habría que tomar medidas para preservar estos mínimos? Quizás en este caso, lo que deberíamos plantearnos es que a la administración no le temblara el pulso (y comprendiera la necesidad) al exigir un conocimiento y sensibilización profunda a los salineros respecto del espacio público que, de forma privativa explotan.Aún hay quien dice que la sensibilización, como la motivación del maestro, no se puede medir ni inculcar. Que prueben con un plan. 

Si lo que nos preocupa es el oficio, la pelota está en otro tejado. La pequeña producción no será rentable a no ser que ocurran varias cosas: que los productores tradicionales se adaptaran a los nuevos tiempos combinando actividades económicas compatibles o asociándose entre distintas empresas y que los consumidores nos volviéramos, por fin, responsables y apreciáramos el valor de las cosas,entendiendo que al comprar su sal no adquirimos un producto sino que contribuimos a conservar espacio, oficio, historia e identidad…Quizás habría que trabajar, por un lado, el espíritu emprendedor,  la capacidad de adaptación, la formación en cuestiones de empresa y educar en cuestiones de consumo responsable. De nuevo la educación en la base de todo.

Finalmente, si lo que nos preocupa son la falta de iniciativas innovadoras y de relevo generacional, que ponen en riesgo la existencia de las salinas que aún quedan, más allá de las pocas salinas industriales que no dan cabida a más, habría que plantearse modificar las normas, flexibilizar y hacer más accesibles las administraciones, que la normativa permita diferenciar la sal extraída de forma tradicional de aquella extraída de forma industrial, que los cánones y tasas no fueran tan abrumadoras, que el acceso a los terrenos no fuera tan absolutamente difícil…Una estrategia. Y empatía. Y apoyo. Al fin y al cabo, gracias al manejo de las salinas derivadas del trabajo en ellas, la administración no tiene que invertir fondos que, de otra forma, estaría obligada a invertir.

Y si, aun así, el oficio se pierde o cambia o evoluciona porque la vida lo exige, la interpretación del patrimonio puede ser el mejor paliativo para no perder la memoria. Siempre que las salinas sean ordenadamente accesibles. Porque las salinas, en muchos casos, son pueblos sin memoria. Literalmente. Pero la investigación, la recogida de testimonios y saberes y, como digo, la interpretación del patrimonio in situ, pueden hacer que visitar estos espacios sea casi como revivir lo que un día fue, lo que nos trajo hasta aquí y lo que dio paso a lo que lleguemos a ser.

Por último, un factor aparentemente externo, es la revinculación de la población con su entorno. Generar la demanda social de conservar el propio patrimonio es fundamental, también para mantener un foco de atención sobre el comportamiento de las empresas que trabajaran en las salinas más allá del seguimiento que hiciera la administración competente, para lo cual la interpretación es nuevamente una fantástica herramienta.

En definitiva no hay pócimas ni yo podría aventurarlas pero sospecho que todo pasa por trazar una estrategia donde intervengan todos los actores y actrices con sus diversos grados de responsabilidad e implicación, orientada al fomento del espíritu emprendedor, de la capacidad de adaptación y de la colaboración como medio para generar sinergias entre actividades económicas compatibles entre sí y con el espacio. Y donde la educación ambiental y la interpretación del patrimonio jueguen un papel importante.

El proyecto Salinas y empleo sostenible II

Surgido de la anterior reflexión, Atlántida Medio Ambiente pone en marcha este proyecto, dentro del programa Empleaverde de la Fundación Biodiversidad que pretende contribuir con la conservación de las salinas litorales, a través del mantenimiento, mejora e innovación de las actividades económicas sostenibles vinculadas a ellas. Este proyecto se ejecuta en las Comunidades Autónomas de Andalucía, Murcia y Canarias, entre noviembre de 2017 y 2018.

Con este objetivo, así como fomentar la transición a una economía baja en carbono y  un uso más eficiente de los recursos naturales y energéticos, se diseñan una serie de acciones totalmente gratuitaspara las personas destinatarias, al ser cofinanciadas por el Fondo Social Europeo (FSE)

Estas acciones son:

CURSOS 

•Planificación y gestión de proyectos en el ámbito de las salinas litorales.

•Ahorro y eficiencia energética en salinas.

•Procesos participativos en la gestión pública vinculada a los espacios salineros.

 

ASESORAMIENTOS 

 

• Para el ahorro y la mejora en eficiencia energética de las salinas litorales.

• En materia de divulgación orientada al consumo responsable y a la puesta en valor del patrimonio natural y cultural salinero.

• En materia de oportunidades relacionadas con la economía azul, la innovación social, el establecimiento de sinergias y la colaboración entre sectores profesionales complementarios en el ámbito de las salinas litorales.

Las personas destinatarias de estas acciones han de ser personas trabajadoras, de la empresa pública o privada que, de forma directa o indirecta compartan los objetivos del proyecto. 

Para saber más:

Blog: www.salinasyempleosostenible2018.wordpress.com

e-mail: empleazul@atlantidama.com

 

 

Amanda Rivillas Vitondo

Atlántida Medio Ambiente

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