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José Manuel Colón Armario: "Cuando te dicen que tienes esclerosis múltiple, te marca"

“Hay que ser muy memo para pensar que una persona que viene sin zapatos, que no sabe tu idioma y que viene huyendo de una guerra, te va a quitar el trabajo"

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  • José Manuel Colón Armario, periodista y cineasta.

La enfermedad. El día está nublado y hace frío. El camarero retira de la mesa algo que parece una taza de café y los restos de una tostada. José Manuel habla por teléfono cerrando otro de los proyectos que tiene entre manos. Parece que es algo relacionado con una televisión generalista: “Te tengo que dejar, que ya ha llegado”, murmulla. Con su camisa vaquera, su plumífero azul marino para afrontar el día apoyado en una silla y sus pulseras de perlitas de colores, espera a ser entrevistado en una mesa de la Gran Vía, el bar por excelencia de la Plaza del Rey de San Fernando. Sin esperar pregunta, José Manuel comienza a hablar de su reciente diagnosticada enfermedad. Emocionado, se presenta y detalla cada paso de ella por su vida hasta ahora.

Todo comenzó con la perdida de la visión de su ojo derecho. De ahí, directo a urgencias. Tras descartar el tumor cerebral, cinco o seis días más tarde le dieron la noticia: tenía esclerosis múltiple. “Esto te marca la vida. Cuando te dicen que tienes esclerosis múltiple o te dicen que tienes algún tipo de enfermedad degenerativa, en este caso, neuronal, te marca”, insiste. En un primer momento, se quedó en shock. Se preguntaba si iba a recuperar la vista y, sobre todo, pensaba en la parálisis. Le afectaba personalmente y, en suma, profesionalmente, ya que, como el mismo periodista afirma, “un documentalista y director de documentales que no puede ver está bastante jodido”.

Le ofrecieron probar un nuevo tratamiento. Pero este era un arma de doble filo. Así como la enfermedad supuso un antes y un después en su vida, la decisión de medicarse o no, influía en un paisaje que no había divisado aún, el de ser padre. El desconocimiento de cuán perjudicial podía ser esta medicación para un futuro bebé, le dio un ultimátum al director: le quedaba un mes del resto de su vida para intentar tener un hijo. Tras haber vuelto con su exnovia y poniendo tanto empeño como en sus trabajos, cuenta irónicamente, nació Luis Manuel. Y eso, a nivel personal, es el mayor cambio que ha tenido. “Porque hoy, si me hubieran dicho justo hace un año que iba a tener un hijo, que iba a tener esclerosis múltiple y que iba a volver con mi exnovia, pues posiblemente habría dicho que se equivocaban”, resume emocionado.

A día de hoy, la enfermedad le acompaña en su día a día y permanece adormilada desde su primera aparición aquel octubre de 2020. “Espero que siga siendo así”, comenta.

La resiliencia es la capacidad de adaptarse a los problemas y superarlos. El director usa esta palabra para calificar a todas aquellas personas a las que graba. Estas superan sus problemas o hacen todo lo posible por conseguirlo, pero nunca pierden la esperanza. José Manuel cayó en la cuenta de que no podía ser menos: “No puedes pregonar la lucha y la esperanza por cambiar las cosas y hundirte tú mismo”. Su trabajo le ha ayudado a dejar de ser una persona fría, como él mismo se describe, y que controla mucho los miedos. Sus viajes a numerosos países de Asia, América Latina y, en su mayoría, de África, le han dado fuerzas para seguir adelante con su enfermedad. Ver a los albinos ser perseguidos, asesinados e incluso sacrificados en rituales, como relata su documental Black Man White Skin, o ver cómo mujeres y niñas sufren la mutilación genital femenina, atentando contra los derechos humanos, como muestra su documental La manzana de Eva, ayudó a José Manuel a pasar de ser un “ninguneado” a un resiliente más.

Sin embargo, no se califica de superhéroe. Lo primero que hizo fue llamar a un psicólogo para tener una charla con él: “Aunque me encontraba bien, y mi entorno me veía bien, consideré necesario hablar con un profesional”. Pese a que la nueva medicación puede derivar en una enfermedad crónica, esto no para al periodista. Él sigue practicando su deporte favorito, el fútbol, en Madrid, y su profesión no es menos, ya que continúa realizando trabajos para cadenas nacionales como Telecinco, y autonómicas como la televisión Valenciana o Canal Sur. Además, se plantea afrontar el año que viene la segunda parte de su documental El Camino, donde viaja y habla con migrantes que buscan una nueva mejor vida en Europa, para ahora realizar el viaje desde México a Estados Unidos y desde Venezuela a Uruguay.

Para eso se hizo periodista. La idea de trabajar para la prensa del corazón o asistir a una rueda de prensa en la que el político te vende su idea sin lugar a debate, no entra en su idea de periodismo. Es consciente de que sus proyectos no son el primer plato de las televisiones generalistas, hasta el punto de perder dinero por hacer lo que cree justo en detrimento de ganarlo con menos dificultades. Pero cree firmemente en que son necesarios y en que “la sociedad no se cambia si no se ponen a la luz esas historias, aunque a veces estas sean duras”. Le interesa contar la realidad que viven personas anónimas cuyas historias podrían ocupar un lugar en la vida de cualquiera. Insiste en que hay que saber ponerse en la piel de los demás.

José Manuel afirma que el mensaje de que los migrantes vienen a Europa y, concretamente a España, para quitarnos el trabajo, ha calado desde siempre. “Hay que ser muy memo para pensar que una persona que viene sin zapatos, que no sabe tu idioma y que viene huyendo de una guerra, te va a quitar el trabajo. Si tú eres bueno, no te va a quitar el trabajo nadie”, afirma. Además, le da la vuelta a la tortilla: “Yo lo que digo es que nunca se sabe en qué posición vas a estar. Si aquí hubiera un problema, un enfrentamiento, una guerra, un acontecimiento que, esperemos no haya, nos obligara a salir de nuestro país, querríamos que nos acogiesen. Y también dirían que la culpa es de los españoles.”

Por eso, intenta que su cine sea empático. Estima que la función principal de un periodista es contar las historias que nadie quiere sacar a relucir y que, de no ser así, seguirían sucediéndose en el tiempo. Alega, por tanto, que un periodista tiene que ser, ante todo, buena persona, porque juega con un material muy sensible y con el que puede hacer mucho daño.

José Manuel tampoco es de piedra. Esas historias que intenta transmitir a través de sus obras audiovisuales también son muy duras de contar, no solo de escuchar. Cuando graba situaciones complicadas, la cámara sirve para establecer una distancia, pero una vez que esta se deja a un lado, la historia que trata de denunciar penetra en el periodista. En su primer documental, Black Man White Skin, un día grabó a una niña que más tarde fallece y que tenía una enfermedad llamada Xeroderma Pigmentoso, enfermedad que Amenábar nos muestra en su película Los Otros, referencia José Manuel. Las personas que la padecen no pueden estar expuestas al sol, ya que el cáncer de piel les invade de inmediato y mueren a los pocos años de vida. La pequeña llegó al hospital donde iba a ser atendida y José Manuel, junto a su equipo, grabó la intervención.

A la hora de pasar el material al ordenador se quedó sorprendido de lo que había recopilado unas horas antes: “Te impacta, te choca”, cuenta. Sin embargo, él encuentra un punto positivo en todo esto: enfoca su cine con esperanza. Y eso también lo aplica en su vida personal: “Yo lucho porque espero, sinceramente espero, que la enfermedad me acompañe al lado, pero nunca vaya delante de mi”. Tuvo la oportunidad de entrevistar a Pepe Mújica, expresidente de Uruguay, e insiste en que sin esperanza no hubiera podido vivir esos 15 años preso, no hubiera sido presidente de un país. Si no hubiera tenido esa fuerza de voluntad, esas ganas de seguir adelante, a pesar de la dureza, hubiera abandonado.

A título personal, la peor y mejor experiencia de la vida de José Manuel están muy relacionadas. Para el periodista, lo peor que te puede pasar es que te falte la salud. Sin embargo, a raíz de su enfermedad y todo lo que ella trajo consigo, nació la persona más importante de su vida, su hijo. Sin quererlo, y no por casualidad, vuelve a dejar claro que de las peores situaciones, por muy duras que sean, pueden salir cosas maravillosas. Porque, a partir de ahora, no será lo mismo cuando tenga que viajar lejos de su familia, ya que su vida ha cambiado sustancialmente gracias a esa primera ficha de dominó empujada por la esclerosis múltiple.

Pero esto no le para los pies. Aunque nada cervecero, José Manuel declara que la mejor caña es con sus compañeros, lejos de casa, tras un día agotador de rodaje. Tiene muy claro que, a pesar de realizar otro tipo de trabajos, los que son de su puño y letra son los que le hacen sentir pleno. Eso es algo que la familia tiene que aceptar, porque los tuyos, “si te quieren, podrán pasarlo mal, estarán preocupados, pero tienen que intentar que seas feliz”, manifiesta.

“Yo lo que tengo son buenos cimientos familiares”. Es la respuesta del periodista al preguntarle por su infancia. La relación con sus hermanos Alberto y Sergio, ambos más pequeños que él, siempre ha sido muy buena. Y sus padres, Manuel y Antonia, siempre le han apoyado en todo, hasta el punto de ser claves para salvarle la vida.

Antes de entrar en un país, José Manuel organiza un plan de fuga en el que su madre juega un papel importante. Tener a alguien de confianza es vital, en el sentido más literal de la palabra, para poder evitar cualquier obstáculo que se interponga entre el periodista y la verdad. Siempre antes de viajar, José Manuel memoriza una foto que su madre tiene en la mesita de noche de su cuarto, siempre antes de viajar. En los momentos en los que no puede hablar por teléfono, describe la foto a la perfección para hacérselo saber a su madre.

El gran problema llega cuando describe la foto, pero lo hace mal a conciencia: está en peligro. Y es ahí cuando Antonia entra en acción, descuelga el teléfono y llama a buenos amigos de su hijo como son Paco Lobatón, Iñaki Gabilondo y el difunto Pepe Oneto, quienes se encargan de mover los hilos para sacar a José Manuel de apuros. Menos mal que solo lo ha tenido que utilizar una vez en su vida, en Gambia, cuando le quisieron meter preso por llevar una cámara.

Califica a su familia de humilde, pero su mayor riqueza es el gran apoyo familiar que poseen. Él nunca ha sido inseguro ni en su trabajo ni en su vida, y eso ha sido gracias a su familia, que siempre le ha aportado esa seguridad: desde su abuelo como referente hasta sus primos o tíos. Todos le han apoyado desde 0. Cuando habla de su niño interior, sonríe. Cuenta como todos los veranos leía El Principito para no perder la mirada de la infancia ni la ilusión que posee un niño.

Cita otro de los libros que se leyó de pequeño llamado Perder para ganar. En él se encontraba la enseñanza de que para ser un ganador, primero hay que ser un perdedor. Perder sirve también para valorar dónde estás cuando ganas. No solo tienes que hacer las cosas porque te convienen sino porque es lo justo. José Manuel sostiene que “el ser humano necesita momentos de dignidad y momentos en los que perder también es un verbo que se tiene que conjugar en primera persona”.

El fútbol está muy vinculado a su familia. Su padre ha jugado al fútbol y actualmente es entrenador de fútbol, al igual que sus tíos. Desde pequeño, ha jugado en un nivel más o menos aceptable. Cuando volvía a San Fernando, las personas con las que se encontraba se sorprendían de que hubiera dejado el fútbol profesionalmente para dedicarse a estudiar una carrera. José Manuel cuenta que las personas de su edad, incluso más mayores, si jugaban al fútbol y se les auguraba un buen futuro profesional en el deporte, dejaban de lado los estudios para dedicarse exclusivamente a ello, algo que no pasaba con otros deportes, destaca el periodista. “Muchos de ellos se saltaban las clases para ir a entrenar o fumar los primeros cigarrillos, ya sea cigarrillo o cigarrillo de marihuana”, añade sonriendo. Resultaba extraño que la situación se diera al contrario.

El fútbol sigue siendo uno de sus grandes hobbies hoy en día. A pesar de que la enfermedad puede aparecer levemente con cosquilloso en piernas y manos, disfruta jugando y viéndolo. José Manuel aclara que no es incompatible que te guste este deporte y ser periodista de denuncia social. Y, aunque no le importaría, ser periodista deportivo no era su principal objetivo tras graduarse. A pesar de que creee que “hablaría bien” ya que es una persona formada en la materia, en el deporte en general y el fútbol en particular, había otras cosas más importantes que contar.

Sin embargo, el fútbol no está tan desvinculado de su trabajo profesional, por muy contrarios que parezcan. En Kenia, grabando uno de sus documentales, se topó con un colegio en zona peligrosa. Allí los niños jugaban con un balón en un manchón de arena. José Manuel se acercó a jugar con ellos, se sentó en el suelo y empezó a dar patadas con el balón. Todos hicieron un coro a su alrededor y gritaban:“¡Iniesta, Iniesta!”. Situaciones así unen a las personas. Y situaciones así son las que le han salvado de ser atacado en esos países.

José Manuel termina hablando de la importancia de buscar un nexo con esas personas: “El fútbol, a nivel internacional, es una manera de llegar a los demás. Tú tienes que buscar tu manera, algo que te una”.

 

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