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La Virgen de los Dolores fue la protagonista del Jueves Santo roteño

La Hermandad no sufrió incidencia alguna a la hora de realizar su estación de penitencia

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  • Virgen de los Dolores. -

El Jueves Santo fue una isla en medio de esta Semana Santa marcada por las lluvias que está viviendo la localidad. La Hermandad de los Dolores, al fin y tras dos años de mala suerte a causa de las lluvias, pudo salir a la calle en todo su esplendor para iluminar el día con la presencia de la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Caridad yacente en sus brazos.

Puntualmente, a las siete y cuarto de la tarde, se abrían las puertas de la capilla de la Caridad para mostrar a los cientos de roteños que allí se encontraban una de las Cruces de Guía más hermosas de la Semana Santa roteña, realizada en caoba y plata. No en vano cuenta esta Hermandad con uno de los mejores tesoros cofradieros de la localidad. Sus faroles, ciriales, senatus y banderines son de los más hermosos y mejor conservados, enriqueciendo un cortejo formado por unos 209 hermanos.

Tras el lento pero seguro caminar de los penitentes por la plaza de Andalucía, Pedro Merino Salas guiaba a su cuadrilla de treinta costaleros para mostrar a los ojos de todos a la Virgen de los Dolores, que con su hijo recién descendido de la cruz en brazos, le entrega una mirada de sufrimiento y aceptación. Tras las imágenes, ambas obras de Ramón Chaveli, en el paso se podía observar la cruz, vestida con un lienzo. La Virgen y Jesús descansaban sobre un monte de claveles rojos, y con una solitaria rosa roja a los pies de la Virgen.


Delante de la Madre del Señor, un grupo de Hermanas vestidas de mantilla española aportaron solemnidad y elegancia al cortejo, que se disponía a recorrer las calles de la Villa dejando en la retina de todos una de las imágenes más bellas de la Semana Santa, algo que durante dos años no se había podido disfrutar con tranquilidad.

Hasta las doce y media de la noche estuvo la Virgen de los Dolores en la calle, despertando el fervor de los vecinos y haciendo por una tarde olvidar a los cofrades el agridulce sabor dejado por las lluvias en días anteriores. La Reina del Jueves Santo pudo al fin hacerse dueña de las calles, y despedirse hasta el año próximo con la esperanza de que pueda procesionar sin miedo y sin mirar a los cielos un año más.

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