Dicen que hay que querer a la patria como si el amor se pudiera implantar y no se alimentara de hechos y de actos, de besos y caricias, de buenas situaciones. Y estos que cada día vemos, notamos, vivimos, sufrimos, no hacen sino alejarse de ese cariño a cualquiera que goce de buen criterio y sensibilidad.
Ahora resulta que en no muy lejanas fechas nos encontramos con que han incorporado a España al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, como suena, y han dicho que se suma a este organismo “apostando por la defensa de los derechos individuales, la democracia y el estado de derecho y los derechos económicos, sociales y culturales”.
Como suena. Culturales, mientras se mete a cantantes de rap en la cárcel, se censuran obras de arte, se secuestran libros o se mantiene obstinadamente el IVA del cine en el 21 por ciento; económicos, cuando se rechaza una renta básica digna, se congelan salarios, no se dignifica el Salario Mínimo Interprofesional, ni se obliga por ley a los bancos a devolver lo estafado por cláusulas suelo y otras abusivas; o se permite traficar con la energía eléctrica privando a tantas familias de su uso, a lo que se suma convertir la necesidad de elevar las pensiones en el poder adquisitivo perdido en una triste limosna; los derechos individuales, cuando se degradan a base de recortes y políticas económicas injustas la educación y la sanidad públicas universales, cuándo se encarcela a quien busca, jugándose la vida para emigrar, un presente mejor, o cuando no se es capaz de velar por la integridad, el desarrollo en igualdad y la vida de las mujeres; y el estado de derecho, ese sí, a golpes y porrazos.
En fin, lo de cinismo hace tanto ya que se quedó tan corto. Dijo Martin Luther King que "una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual". Y aquí usamos últimamente el dinero de todos que gestiona el Ministerio de Cospedal para repatriar “héroes” de la División Azul que combatieron por el nazismo.
A esta España que dicen que hay que querer por encima de todo, a ver quien la resucita para que volvamos a mirarla de frente y le recuperemos el respeto.