No se trata de buscar culpables, de señalar con el dedo a nadie. No se trata de discutir y discernir si las medidas de seguridad son suficientes, si las horas libres de los jóvenes de los centros de menores son las adecuadas; de pensar, en fin, si la imprudencia que cometió el joven Issa Sarih, ahogado en la piscina de La Salobreja el pasado lunes por la noche, junto a sus compañeros, podía haberse evitado. Todo ello no son más que meros epítetos que adornan la trágica muerte de un joven que, como muchos otros, salió de su tierra, de la vecina Marruecos, en los bajos de un camión español en busca de una vida; ya no de una vida mejor, simplemente de una, la suya. Tal y como todos fuimos en su día ‘Charlie’, también deberíamos ser ahora Issa Sarih. Pero eso no será así, nos quedaremos en los detalles ruines, mínimos, escabrosos y olvidaremos (algunos ni siquiera llegarán a planteárselo) porqué Issa hubo de jugarse la vida entre los ejes de un camión para salir de su país y perderla poco después jugando a lo prohibido, como cualquier adolescente, en una piscina. O porqué los papeles que le darían una opción en este país, quizá en esta ciudad, se los estaba arreglando y pagando uno de los trabajadores del centro de menores en el que estaba interno. No se trata de buscar culpables, de señalar con el dedo a nadie. Se trata de ver. De avanzar.
Jaén
Amarga tragedia
Tal y como pasó con ‘Charlie’, todos deberíamos ser ahora Issa, el joven ahogado que llegó al país en los ejes de un camión
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