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España

El ?tuning? de los políticos

Muchos nos hemos escandalizado justamente al enterarnos de que el Presidente del Parlamento Catalán, Ernesto Benach, hubiera ?tuneado? su coche oficial...

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Muchos nos hemos escandalizado justamente al enterarnos de que el Presidente del Parlamento Catalán, Ernesto Benach, hubiera ‘tuneado’ su coche oficial con aditamentos tales como un escritorio de madera, reposapiés, TV, etc., por un montante de 20.000 euros. Nuestro enfado subió de punto al conocer los más de 2 millones de euros empleados por Emilio Pérez Touriño, Presidente de la Junta de Galicia, en el tuning (reestructuración y ornamentación) de su Área de Presidencia. El Presidente andaluz, Manuel Chaves, también ha planeado una costosa reforma en el Palacio de San Telmo, cuyo presupuesto inicial de 34 millones de euros se ha elevado ahora a 50. Ítem más, se nos dice que los gastos de mantenimiento de la vivienda del Presidente español, Sr. Rodríguez Zapatero, se elevan a 4.000 euros diarios. Y aún no hemos olvidado la noticia, datada a primeros de este año, del tuneado de la  vivienda oficial (un ático de 220 m2) del ministro Bermejo, que nos costó “sólo” 250.000 euros y que el interesado atribuyó al mal estado del inmueble, ocupado previamente por María Antonia Trujillo, la ex-ministra de las soluciones habitacionales de 35 m2. El alcalde de Madrid no tunea su coche, pero usa un vehículo que cuesta al Ayuntamiento casi 600.000 euros anuales.

Esta pequeña muestra del despilfarro de nuestros gobernantes se compadece mal con la crisis económica que agobia al pueblo español. Causa sonrojo oírles afirmar que se ha emprendido una política de austeridad y freno a los dispendios innecesarios. Cuando se critican estos gastos suntuarios, desde las altas esferas se contesta que “son una banalidad, el chocolate del loro”.


Ahora quiero referirme al tuning, un vocablo inglés que significa afinar o adornar. Su origen no es muy reciente (los movimientos americanos Hot Rod y Kustom datan de los años 60), pero entre nosotros se ha popularizado en la última década del siglo pasado. Se refiere a las modificaciones que se realizan en la mecánica o el chasis de los automóviles para conseguir un rendimiento superior o una ventaja estética. En realidad, se trata de dar al vehículo un sello personal,  que lo distinga de todos los de su serie. A mi me parece que ese deseo de diferenciarse es justo, siempre que no transgreda códigos ni resulte demasiado oneroso. En todo caso, el verbo tunear se ha convertido, aún sin ser aceptado por la RAE, en una expresión común que todo el mundo entiende.
Pero además se ha ampliado su área de aplicación, y ahora también se tunean viviendas, piscinas, etc.
Hay que señalar que algo parecido a tunear, que se conoció por otro verbo horrible -customizar-, es un precedente: se refería a la ropa, a la que se añadían adornos llamativos para obtener visos de originalidad. Y es que si algo distingue a nuestra época es la uniformidad en usos y costumbres, frente a los que la masa ciudadana reacciona con estos intentos de individualización.

Pero, volviendo al principio, encuentro correcto que, con su particular peculio, uno destaque el atractivo del coche o las comodidades de la vivienda, mas no a costa del erario público. Si se trata de este último caso, deberemos entonces emplear el verbo tunear con otro significado: el de ser tuno o tunante, es decir, un pícaro aprovechado que engaña a los demás. Y eso no es política, en el más noble sentido de la palabra.

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