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España

Un gran espíritu de equipo

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Hay algo que se lleva dentro del ánimo; algo que anima a comportarse de una forma en la que prima más lo que se hace por los demás y para los demás que lo que sólo beneficiaría a uno mismo. Es una forma de vida que se pone de manifiesto tanto en lo pequeño como en lo grandioso.

En lo que casi nadie ve como en aquello que está bajo las miradas de la gente, de mucha o poca y cualquiera que sean quienes miren, porque aquella persona hace lo que hace sólo porque algo hay en su ser que le pide que actúe así, para hacer bien algo en beneficio de los demás.

Donde alguna de esas personas trabaja –o simplemente está– hay un cierto clima de seguridad ya que nunca llega a olvidarse algo de lo que es necesario para que se mantenga la armonía y el buen hacer. A veces será algo de información adecuada, al momento que se vive o que se avecina, para evitar que las sorpresas desagradables enturbien las relaciones o se provoquen fallos en cadena.

En otras ocasiones será la forma en la que, sin faltar a la verdad, se haga una exposición detallada de lo que pueda haber ocurrido, sin necesidad de acusaciones a nadie y dando noticia de aquellas correcciones que se hayan dispuesto, o que convendrá disponer, para evitar casos más o menos similares. Es siempre una labor constructiva, que se desarrolla sin pausa y con delicadeza.

Gente así tiene un gran espíritu de equipo; que tan necesario es para que los conjuntos humanos desarrollen labor constructiva, buena, agradable y eficaz. Lo mismo da que se trate de un equipo de fútbol –o de otro deporte– o de gobierno a cualquier nivel. Allí donde el hombre (el ser humano en general) esté, aparecen tanto las pasiones de egoísmo y también las de amor a los demás; las pasiones que destruyen la convivencia y las que no.

¡Cómo se nota y cuánto daño hace que las primeras figuras de un equipo se olviden de todo y sólo piensen en sí mismas! A veces es que creen que ni siquiera existe ese equipo al que deben servir y se pierden por los caminos del absurdo y de la ineficacia, al tiempo que enfadan a todos los demás. Se pierde el aplomo y la mente divaga tratando de encontrar razones que, de alguna forma, puedan llegar a convencer de que no se han cometido errores.

Cuando una persona tiene valía personal bien asentada convence incluso con sus errores, si sabe reconocerlos y exponerlos con sencillez y humildad. Se sabe bien cuando se habla con la verdad por delante o no. Para lo primero se usan pocas palabras, que todo el mundo entiende, mientras que para lo segundo se utilizan cascadas de palabras que a nadie convencen.

Ocurre con demasiada frecuencia, por desgracia, que hay quienes no acaban de darse cuenta de dónde están. No aciertan a ver que están en un gran equipo, donde unos juegan por una banda del terreno y otros lo hacen por el centro o por la del otro lateral. Se empeñan por hacer su juego, sin espíritu de equipo, queriendo gustar a los suyos para que sigan apoyando su labor; pero el equipo se resiente y no llega a ser lo que debería a ser para estar entre los de primera categoría.

La primera figura de un equipo nacional ha de actuar siempre como tal y no dedicarse, cuando le venga en gana, a espectáculos o labores que no tengan que ver con la misión que debe cumplir. Decepciona a mucha gente que lucha por ese gran equipo, desde un lado u otro del terreno, que siempre apoyará lo bien hecho en el momento adecuado y sirviendo el interés nacional y no otros.

Nos duele que lleguen a presentarse situaciones conflictivas, para el tráfico aéreo y el de superficie, con motivo de unas fuertes nevadas y nieblas, a las que no se llegue a dar la respuesta adecuada en tiempo y con medios suficientes.

Nos duele lo que está ocurriendo en Gaza y sería necesario que la voz de la primera figura de nuestro gobierno se hiciera presente, en el mundo, junto a las de los otros países y no se perdiera en los arrebatos de cualquier mitin electoral.

Causan daño moral y material esas cosas, y también cierto descrédito internacional que a todos nos afecta.

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