¿Qué tiene Sevilla para que siempre regrese?
-Con mis ‘setenta y trece’ años ya estoy mayor para viajar, pero el deseo de volver pesa tanto que hace que incluso postergue mi retiro artístico.
Aquí tiene muchos amigos...
-El público sevillano es caluroso. Los hombres somos altos y anchos, pero el andaluz tiene una tercera dimensión: es alto, ancho y profundo.
Creo que se va a atrever con algo nuevo, ¿no?
-Hoy doy una conferencia, pero yo soy artista, no conferenciante. Voy a mostrar ante un público muy reducido trucos que ya tenía guardados en el baúl de los recuerdos. Va a ser algo íntimo.
Es especialista en crear historias en sus montajes, con música y poesía...
-Mi estilo se basa en ensamblar la palabra con el movimiento.
¿En qué se inspira?
-Casi siempre en frases que leí o escuché y que creí que merecían la pena. También utilizo textos que me han escrito amigos. O incluso a veces me atrevo con creaciones mías. Y como decía Picasso, prefiero que “cuando me llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”.
¿Lentidigitación?
-Un día en un espectáculo se me ocurrió este término, al igual que mi coletilla “No se puede hacer más lento” y lo exporté desde mi país a España, hace más de 30 años. Lentidigitación es lo opuesto a prestidigitación y es la ilusión ejecutada lentamente a fin de llevar la imposibilidad a su máxima expresión.
Explíquese.
-Terminemos con aquello que dice que la mano es más rápida que la vista. Cuanto más suave es la caricia, más penetra y cuanto más lento es el movimiento, más impacta.
¿A qué mago admira más?
-A los que están muertos y a los que están jubilados.
¿Su truco preferido?
-El que más ilusione a usted y al público.
El perfil
Especialista en la magia de cerca
René Lavand (Buenos Aires, Argentina, 24 de septiembre de 1928) está considerado mundialmente como el mejor ilusionista en cartomagia y especialista en la modalidad de ‘close up’ o magia de cerca, hecha con cartas y pequeños objetos.
Realiza sus espectáculos sólo con su mano izquierda, ya que perdió la derecha en un accidente cuando tenía nueve años.
Su afán de superación le acercó a la magia y, debido a sus circunstancias, tuvo que aprender de manera autodidacta, ya que no podía copiar las técnicas ni dejarse guiar por los libros ya existentes.
Dejó su trabajo en un banco a los 32 años para dedicarse a la magia de manera profesional tras ganar un concurso y su fama alcanzó cotas mundiales a partir de 1983.
Su lema es “añadirle belleza al asombro”.