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Córdoba

Cuando se dejó de mirar sólo a las paredes de las cuevas y se vio la luz

Tras "una desatención por parte de la investigación", que se centró en el arte descubierto en las paredes

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  • María Ángeles Medina-Alcaide. -

 La arqueóloga cordobesa María Ángeles Medina-Alcaide, responsable de la monitorización de la iluminación de las cuevas del Paleolítico, ha asegurado que los avances en este campo son fruto de un estudio más generalizado de estas cavidades, tras "una desatención por parte de la investigación", que se centró en el arte descubierto en las paredes.

Medina-Alcaide, que forma parte del equipo internacional que ha recreado los tres tipos más comunes de iluminación en las cuevas prehistóricas -antorchas, lámparas de grasa y hogueras-, ha afirmado que "hace unos años la investigación se focalizaba en la pared, en el arte, y ahora se tiende a realizar un estudio más generalizado de la cueva".

Eso es debido, según ha señalado en una conversación con EFE, "a las nuevas tecnologías y a los avances en los análisis, en el multianálisis, en la microscopía, ya no hace falta que sean restos muy grandes", debido a que "un pequeño resto de humo invisible para el ojo humano puede ser detectado".

Esta nueva perspectiva ha logrado "indagar sobre diferentes cuestiones del arte en las cuevas, como su visibilidad, cuántas personas podían verlo en función a los sitios en los que se encontraban o cuántos recursos leñosos, por ejemplo, tenían que recolectar para adentrarse en el interior".

Es decir, permite medir el "esfuerzo como económico, el coste, que les implicaba este arte para estas sociedades y así poco a poco desentrañar un poco el esfuerzo que hacían para realizarlo y, detrás de ello, el significado que tenía este arte".

Todo ello gracias "a datos que hemos obtenido en base a diferentes tipos de analíticas para su posterior aplicación en sistemas de información", en un trabajo en el que la parte española la ha desarrollado, entre otros, el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria de la Universidad de Cantabria, en la que ella se integra.

Aunque el estudio de la prehistoria no es un campo que esté muy desarrollado en Andalucía, comenzó durante sus estudios en la Universidad de Córdoba le llamó "mucho la atención todo lo que era el origen de la humanidad, el origen del arte y comencé a colaborar con el profesor José Luis Sanchidrián en sus proyectos de investigación".

Luego decidió especializarse en investigación prehistórica y realizó un máster en la Universidad del País Vasco y más tarde el doctorado, tras lo que se especializó en los restos de fuego y de iluminación en el interior de las cuevas, que “habían sido escasamente estudiados hasta el momento" y que ofrecía "unos datos interesantes tanto para la comprensión de ese arte que existe en el interior de las cuevas como para la comprensión de la prehistoria en general", señala la arqueóloga.

El trabajo de campo en diversas cuevas, como la de Nerja, en Málaga, la Atxurra, en Vizcaya, y otras de la cornisa cantábrica, además de las exploradas en Francia, fue "minucioso", con un barrido "con microscopios portátiles, una búsqueda muy detallada para detectar posibles restos de la iluminación".

Dentro de este estudio integral están los suelos y el de los restos de iluminación, "aunque sea solamente una brizna de una antorcha de madera, son restos que llamo polivalentes, es decir, que ofrecen mucha información sobre esa actividad prehistórica".

A través de su análisis por carbono-14, precisa, nos indican cuándo fue visitada la cueva, en qué momento, si en el mismo momento de realización del arte o en un momento posterior, es decir, también nos puede hablar de recurrencia a ese arte en sociedades posteriores".

Uno de los datos que ha desvelado el estudio es que "las conductas paleoespeológicas de los primeros espeleólogos de la humanidad y curiosamente no se diferencian tanto de los actuales", lo que se conoce gracias al análisis espacial de "esas briznas que van cayendo de las antorchas a modo de las migas de pan del cuento de Hansel y Gretel".

Se conoce que iban pegados a las paredes "porque eso aumentaba la iluminación por la reflectancia" o que "localizaban fuegos en zonas en intersección de diferentes salas para orientarse" y también, por el análisis a nivel microscópico de esos carbones, el combustible que utilizaban para esa iluminación.

La arqueóloga refiere que era "preferentemente madera de pino silvestre y de juníperus, que era una especie que era más habitual en periodos fríos", y la capacidad que tienen de reconstruir las antorchas y saber la iluminación que daban, "el tiempo que permitían a estas sociedades estar dentro lo cual nos hace darnos una idea de la actividad que podían desarrollar".

El trabajo de campo desvela hechos sorprendentes, como la localización en la Cueva de Nerja, junto a una escalera en uso desde hace sesenta años, de restos de fuego que quemó en el Gravetiense, de hace en torno a unos 24.000 años.

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