Los tres frailes que permanecen en la Iglesia de San Francisco abandonarán la ciudad antes del próximo 1 de septiembre, cuando ocuparán sus nuevos destinos, dos en Chipiona y el padre Teodoro López, Granada.
La falta de vocación ha motivado el cierre de la casa tras casi 500 años de relación entre la orden religiosa y la ciudad. “El año pasado fallecieron hasta 18 frailes en la Provincia Franciscana de la Inmaculada (que engloba desde 2015 seis de ellas, a excepción de la de Galicia y País Vasco”, lamenta López en conversación telefónica.
“Los chicos jóvenes no son atraídos por Jesuscristo y el Evangelio”, agrega, “y nosotros vamos envejeciendo”. Con nostalgia, recuerda “los años esplendorosos de la vida religiosa entre los años cincuenta y setenta, con treintaitantos estudiantes de Teología en Chipiona”. Ahora, sin embargo, “el Seminario de Cádiz apenas cuenta con una docena”, agrega. “Esta Europa próspera es contraria a la sobriedad y la austeridad, a la fraternidad y los valores cristianos”, reflexiona.
Apenado por el afecto ostensible de los gaditanos, apunta que ahora habrá que ver si el Obispado de Cádiz y Ceuta se ocupa de las tareas que venían desarrollando, buscando un capellán temporal o se desplace un día o dos a la semana un fraile de Chipiona.
En cuanto a las hermandades del Nazareno del Amor y Veracruz (el Caído se trasladará a su propia capilla en el Parque Genovés), confía en que no se vean afectadas y puedan disponer de guía espiritual. En cualquier caso, “se les han informado a los hermanos mayores y se han quedado pasmados”, reconoce.
La marcha de los franciscanos se suma a la de los carmelitas, los jesuitas, los mercedarios y los capuchinos, como recuerda el propio padre en una carta.