Pocas mujeres de la edad de Francisca Albertos han salido por sí mismas del anonimato que la Historia hasta hace muy poco nos tenía reservado.
La vida cotidiana nunca ha sido motivo de crónicas ni biografías y son muchas las que intentaron ser útiles a los demás, aportar su pequeño esfuerzo para acabar con las injusticias, educar, enseñar viejos oficios, hacer alianzas entre sus propios vecinos en pro de la concordia o de la búsqueda de una vida mejor para sus semejantes y sin embargo sus humildes hazañas quedaron en el olvido.
Francisca fue una niña despierta que nació en el campo y aprendió a leer y escribir porque hasta la zona rural llegaba un maestro (podríamos decir ambulante) y les enseñaba lo básico, especialmente a los niños, pero su madre quiso que ella también aprendiera y Francisca lo hizo con la avidez de quién ya en sus primeros años iba forjando su propia personalidad.
Le sirvió de mucho porque la guerra fue dura y la posguerra más, su temperamento la empujaba a tomar decisiones que no eran vistas como muy femeninas, pero nunca dio un paso atrás y su esfuerzo tuvo como recompensa el respeto y cariño de sus vecinos.
Ejerció de maestra rural, conducía un coche cuando ninguna mujer en el pueblo lo hacía, manejaba un tractor si hacía falta y desde el campo, entre el Charcón y Sierra Valleja organizó la primera asociación rural a la que llamó “Nuestro Padre Jesús Nazareno”.
Su liderazgo en la asociación era notorio, lo mismo se entrevistaba con el Consejero de Agricultura que con el Alcalde, entonces Jesús Ruiz, del que siempre contaba risueña que un buen día llegó a su despacho y se llevó el televisor para la sede de la asociación, sede que levantaron entre todos los vecinos para sus reuniones y que contaba con un aula escolar para los niños.
Muchas mejoras llegaron al campo con su impulso, muchos políticos de todos los partidos iban a conocerla y seguro, tendrán también anécdotas que contar, ahora me viene a la memoria Carmen Romero visitándola y escuchando con admiración cuanto Francisca tuviera que contarle, que nunca era poco y las veces muchos años después que me preguntó por ella, admiraba su tesón y su infatigable lucha.
Cuando se hizo mayor, agrupó a los más mayores de su asociación bajo el nombre de “Colectivo Tercera Edad Nuestro Padre Jesús Nazareno”, organizaba excursiones pero sobre todo, se inventó el día de los discapacitados en carritos de rueda cuando aún las instituciones no estaban concienciadas con la eliminación de barreras, los llevaba al Barrio Bajo y les organizaba una fiesta en el Asilo de la Caridad.
Me contó muchas cosas del campo, costumbres, utensilios en desuso, canciones, romances, murgas del campo etc.
Recordaba cuando en el año 1936, racionado el petróleo, las familias más humildes se alumbraban con suelas del alpargatas, o que un latero del Barrio Bajo inventó un candil pequeño al que llamaban “hindico”.
Las gentes del campo, la generación mayor es digna de ser escuchada porque conocen muchas cosas, me decía, por ejemplo, al lucero de la mañana le llamaban matagañanes, y se reía con su risotada franca.
Conocía muchos de aquellos viejos refranes como:
“Por San Canuto llueve tres meses justo” y “el día de Santa Bibiana tres meses y una semana”.
Era muy consciente de la desigualdad de género y me comentaba que la mujer, una vez casada, se recogía el pelo en un rodete y a parir y a trabajar mientras el hombre se permitía muchas concesiones y privilegios.
Me contaba también que los hombres se sentían ridículos cuando tenían que hacerse cargo de los hijos y que el temor a los padres era más fuerte que el respeto.
Cuando fui Alcaldesa, Juani Rosado, otra mujer inmensa en humanidad e inteligencia que merecería un artículo aparte, me dijo que por qué no hacía una recopilación de recuerdos de mujeres de Arcos, mujeres de una edad determinada que pudieran ser una memoria viva para las generaciones nuevas, yo acogí entusiasmada la idea y comenzamos por el tramo de más edad, mujeres del campo, de la ciudad, amas de casas, empleadas de hogar, tenderas, maestra, etc. y puse el proyecto en manos de la entonces Delegada de Igualdad, Isabel María Medina quién acogió la idea con entusiasmo y así nació el video que se llamó: ”Memoria viva de las mujeres”, en la que participó Francisca Albertos junto al grupo de mujeres que representaban a distintas zonas de Arcos.
Merece la pena revisarlo porque es un documento de primer orden donde las mujeres evocan sus recuerdos, unos más alegres, otros muy duros de una época difícil, cuentan como vivieron la guerra civil, el hambre, las pequeñas cosas como el cortejo, el cine, los juegos, las fiestas tradicionales del pueblo... y todo ello contado por quienes fueron protagonistas de esas vivencias.
Francisca cuenta muchas anécdotas de su infancia y de su vida en general que sería muy extenso contar ahora aquí, pero supongo que en la Delegación de igualdad debe estar el documento para quién tenga curiosidad en conocerlo.
Este verano ingresó en el Hospital de Jerez, estaba en la misma sala que un familiar mío, así que pude verla muchas veces y hablar con ella, no podía estar mejor atendida por su atenta e infatigable hija Ani y por su hijo.
El último día que fui, como si supiera que nunca más iba a verla, le di muchos besos, aunque ya no me conocía.
Le debía siquiera éste recuerdo por tantos momentos compartidos, ella tan tenaz, tan fuerte, el más recio árbol que echó raíces en el campo sucumbió a la enfermedad y los años, pero nos queda su recuerdo que es más fuerte que el olvido. Hasta siempre Francisca, hasta siempre.
Arcos
Francisca Albertos o la tenacidad
“Francisca fue una niña despierta que nació en el campo y aprendió a leer y escribir porque hasta la zona rural llegaba un maestro (podríamos decir ambulante) y les enseñaba lo básico, especialmente a los niños, pero su madre quiso que ella también aprendiera y Francisca lo hizo con la avidez de qui
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