Y como Bernat Soria, un fiasco completo y previsible; Magdalena Álvarez, un mal espectáculo; César Antonio Molina, nada en un vaso de agua; y Mercedes Cabrera, de la que se prometía y esperaba lo que nunca fue capaz de dar. Todos han tenido su semana de pasión, después del romance apasionado que mantuvieron con ZP.
Otros ministros han estado esperando la llamada de Zapatero ahora que ya no se lleva lo del motorista, y no hubiera sido malo que la hubieran recibido Bibiana Aído, Beatriz Corredor y algún otro en un Gobierno quemado.
Y los nuevos. No sé si alguno de ellos le habrá dicho a Zapatero “si es posible, aparta de mí ese Ministerio”, pero seguro que todos añadían: “Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Hay que aprovecharlo, porque muchos son los llamados y pocos los elegidos. Demos un margen de confianza al nuevo equipo. No parece que Elena Salgado sea la más preparada para dar confianza a los mercados y reflotar la economía ni que Chaves sea la modernidad emergente o que Pepiño Blanco pueda ser el faro de las obras públicas españolas.
Pero esto es lo que hay y si no funciona nos va a ir peor a todos. A Zapatero no le preocupa la crisis sino el “cambio de ritmo”. No sólo no ha reducido ministerios y gasto prescindible sino que ha aumentado una vicepresidencia, con su grupo de asesores, y no creo que los tres citados, junto con Gabilondo y Trinidad Jiménez vayan a competir con Usain Bolt. Si pueden, relájense estos días y recen. Es tiempo de oración. Nos espera un año cargado de noticias y de problemas. Pero todos los países han sobrevivido a las peores crisis. Al menos, es una esperanza. Y si no, algunos todavía creemos en los milagros y en la resurrección, es decir, en otra vida mejor.