Así ocurrió con tres estudiantes del Colegio Mayor San Agustín (Santiago de Compostela), que fueron ingresados el pasado fin de semana con heridas graves en los ojos, fruto de una batalla entre estudiantes de distintos centros en la que les arrojaron un detergente industrial a la cara. Dos de ellos tuvieron que ser operados.
Pese a ello, varios jóvenes que han residido uno o más años en este tipo de alojamiento universitario han restado gravedad a las novatadas que se llevan a cabo y han subrayado, en declaraciones a Efe, que sirven como método de integración de los recién llegados.
LAS NOVATADAS, A LA CALLE
Las novatadas actuales en los colegios mayores son más difíciles de controlar que en el pasado, porque los veteranos las han trasladado a la calle para evitar las sanciones que los centros imponen a los agresores.
La máxima expresión de esa sanción -cuando no acaba en los tribunales- es la expulsión definitiva del centro, según ha explicado a Efe el director del Colegio Mayor Chaminade (Madrid), José Ignacio Gautier.
Para él, desde hace quince años, las novatadas están vinculadas al consumo del alcohol y al "botellón" y afirma que, aunque ha descendido el número de novatadas en general, han aumentado aquellas que tienen lugar en colegios mayores femeninos, hasta alcanzar los niveles de los centros masculinos.
En un segundo plano quedarían los colegios mixtos, caracterizados por un menor número de ellas y de menor gravedad.
Gautier considera que los rectorados reciben cada vez más denuncias, pero que es necesario que más víctimas acudan a la vía judicial y que los veteranos reflexionen sobre este tema.
En el colegio mayor que dirige, las novatadas estaban prohibidas "desde siempre", pero dejaron de existir en 1983, cuando un grupo de estudiantes del aula de Derechos Humanos del colegio propuso en varias asambleas participativas que se pusiera fin a ellas.
Tras tres años de deliberaciones y resistencia por parte de algunos estudiantes, una mayoría de veteranos del Chaminade votó a favor de abolir las novatadas y desde entonces no se tiene constancia de que se hayan producido más, ha añadido Gautier, que apunta que este puede ser, sin embargo, un caso "excepcional" en el entorno universitario.
"Muchas novatadas suponen una relación de dominio del veterano sobre el nuevo, que está asumida por las dos partes y que se traduce en acciones consentidas por los nuevos", ha afirmado.
PUEDEN CONSIDERARSE DELITO
Pese a que el Código Penal permite considerar las novatadas como delito de tortura y sancionarlas según su gravedad con penas de entre seis meses y dos años-, muchas víctimas de estas agresiones no denuncian, porque "existe un juego perverso mediante el cual, como ha aceptado esa situación, llega a disculpar al veterano que le ha agredido".
En este sentido, el Tribunal Supremo dictaminó en una sentencia de abril de 2003 que puede considerarse delito "la realización de novatadas", así como las conductas que puedan producir "sentimientos de terror, de angustia y de inferioridad susceptibles de humillarles, de envilecerles y de quebrantar, en su caso, su resistencia física y moral".
Además, este tribunal ha impuesto elevadas indemnizaciones, de hasta 250.000 euros, en casos en los que se ha provocado una discapacidad grave a la víctima.
Rocío (nombre ficticio) decidió hospedarse en el Chaminade durante el primer curso de su carrera, y confirma a Efe que no se llevan a cabo novatadas: "Decidí optar por este colegio precisamente porque no se hacían. No estaba dispuesta a tolerarlas", ha asegurado.
En cambio, Daniel las vivió durante su primer año en el Colegio Mayor Deusto (Bilbao), regentado por jesuitas. Entre las novatadas que padeció y que a su vez infligió cuando se convirtió en veterano figuran hacer flexiones, mojar al nuevo mientras duerme, interrumpir su sueño, revolver su habitación, esconder las patas de su cama, disfrazarle y hacer que se declare a varias chicas en un bar.
Aunque guarda buen recuerdo de ellas, Daniel reconoce que muchas pueden ser un obstáculo para aquellos estudiantes que quieran rendir académicamente en su primer mes de universidad.
"Se sabía que había gente que abandonaba el colegio por las novatadas o le pedían a sus padres que dieran un toque de atención, sobre todo los más tímidos y aquellos a los que les costaba conocer a otras personas", ha añadido Daniel.
"Es una tradición que se mantiene en parte como venganza, porque como a ti te las han hecho, tú las replicas cuando llega el momento, y también porque los veteranos se lo pasan bien con ellas", ha explicado.
Daniel también vivió en primera persona el ser expulsado durante una semana, por organizar junto con otros veteranos, la "novatada final" de su promoción: vaciar completamente las habitaciones de los nuevos y esconder todas sus pertenencias, mobiliario incluido.
Aun así, para este joven, las novatadas "son una de las mejores maneras para integrarse en la dinámica del colegio mayor, pero tienen un límite. Deben acabar cuando el novato ya no se lo pasa bien".
Raquel lleva tres años viviendo en el Colegio Mayor San Juan Evangelista (Madrid) y recuerda el período de novatadas como "el mejor" de su estancia, ya que "es divertido y la mejor forma de que los novatos se conozcan entre ellos y se integren".
En su centro consisten en "juegos, como un concurso de disfraces, un desfile de modelos con ropa absurda, un dominó con colchones, escribir redacciones sobre los veteranos..., buscando siempre que se lo pasen bien y nunca haciendo nada que pueda llevarlos al hospital", ha asegurado Raquel.
Si algún nuevo residente se siente molesto, resuelve sus problemas con el veterano correspondiente, asegura esta colegiala, y también puede acudir a la dirección, la cual está al tanto de estos juegos porque en el pasado fueron colegiales del San Juan Evangelista.
Para ayudar a las víctimas de novatadas que quieran denunciar y hacer un llamamiento a la reflexión sobre ellas, la psicóloga Loreto González-Dopeso ha fundado este mismo mes la asociación "No más novatadas".