Ximo Puig, tan amigo de las caricaturas, como cuando quiso desprestigiar al flamenco en su campaña contra el tópico, ignorante el pobre de que después de varios siglos de vida, ni el pseudo flamenco ni el nuevo flamenquito van a poder con él, por más que se empeñen supuestos críticos y aficionados y ciertos enemigos inexplicables porque el flamenco no es enemigo más que de las injusticias. Pues Ximo Puig quiere instaurar un Día de la Empresa, para -dice él- “contrarrestar a quienes caricaturizan al empresario”. ¡Angelito! No se da cuenta de qué forma los está caricaturizando, porque a nadie hay que dedicarle un día para dignificarlo, se dignifican ellos mismos en su trabajo diario, o no se dignifican.
Cuando todo un presidente de todos los empresarios afirma sin que le suba la color al rostro que no se pueden pagar salarios dignos, cuando se pide despido más barato a personas mayores mientras suben los precios brutalmente con lo cual también se crece en la misma proporción la parte del beneficio, o cuando -peor aún- el empresario sigue cargando al consumidor el IVA que Hacienda no le cobra porque está temporalmente exento, y se sigue afirmando sin conmoverse, que pagar un salario digno sería la ruina para toda la empresa con todo el descaro que ello supone, no necesitan que nadie les caricaturice: se bastan ellos solos. Puede que un pequeño empresario, un autónomo se las vea crudas para atender sus obligaciones, a pesar de los chalet de la playa o los coches para toda la familia, que para eso y también ser empresario del alquiler sí hay. Pero con los beneficios extraordinarios que están obteniendo eléctricas, constructoras, telefónicas, banca, y otros muchos, reducir personal y al mismo tiempo afirmar que elevar sueldos sería su ruina es de una dureza facial inaudita.
Garamendi debería dejarse de hacer el ridículo, Feijoo de apoyarlo de forma incondicional como viene haciendo y Puig dejar de reírse de ellos, que lo que hacen no es cómico. Es dramático.