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El magnetismo de la almadraba ya seducía a Julio Fernández Varo en su 'María de la Luz'

Barbate, la capital del atún aporta un nuevo texto, de 1923, a la literatura de las almadrabas

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  • Almadraba en la costa de La Janda. -

La reciente adquisición por el Ayuntamiento de Barbate, a través de su Delegación de Cultura, del manuscrito de una novela de 1923, texto desconocido y que nunca llegó a publicarse, obra de Julio Fernández Varo, supone, no solo rescatar de una más que probable desaparición una novela del primer autor barbateño conocido, también implica una indudable aportación al conocimiento de la historia de la pesca del atún y a su literatura.

El affaire entre el atún y la literatura es antiguo y fecundo, y corre paralelo entrelazado en los primeros tiempos con el que ha cuajado con la historia. No obstante, ambos se muestran a veces plagados de clichés e imágenes que se repiten, padeciendo el conformismo de algunos autores a los que bast

El affaire entre el atún y la literatura es antiguo y fecundo, y corre paralelo entrelazado en los primeros tiempos con el que ha cuajado con la historia. No obstante, ambos se muestran a veces plagados de clichés e imágenes que se repiten, padeciendo el conformismo de algunos autores a los que bastaba repetir lo que otros habían escrito, convencidos del magnetismo que la simple narración de la pesca ofrecía.

Manuscrito.

Por eso se agradece, y mucho, los resultados de un conocimiento original, de aquel producto salido de un testigo de primera mano. Tal es el caso del barbateño Julio Fernández Varo, que escribe su obra "María de la Luz" en torno a un Barbate meramente almadrabero. Su acción transcurre entre referencias a la pesca milenaria, incluyendo la picaresca, núcleo central de la literatura en torno a las almadrabas desde el Siglo de Oro. En tales lindes, en la mejor tradición histórico-literaria, resalta el protagonismo de los forasteros y advenedizos que vienen a la pesca, con un diálogo que vale lo que un lance de atunes. Cuando Pacheco, el teniente de la Guardia Civil, le pregunta al padre de María de la Luz si hay robos en Barbate, el buen señor le contesta: "sólo alguno de vez en cuando..., que más bien pudiéramos llamar algún hurtillo que otro..., ¿sabe usted? Algún atún que se queda enredao en las uñas".

Pero es que, además, Fernández Varo no puede resistirse al milenario cántico de las sirenas barbateñas, y nos ofrece una imagen completa y que, por su brevedad y concisión, podemos servir aquí como suculenta primicia de una de las pescas más fascinantes de la historia del mundo, y en cuyo particular y exclusivo Olimpo Barbate tiene la honra de poseer una posición destacada.

"Anímate lector, vente conmigo y vamos a dar un paseo en lancha por la almadraba. Vas a ver el espectáculo más original y divertido que has podido imaginarte nunca. Ahora que está la mar bella y sopla un airecillo suave y agradable del Poniente, que no ese pertinaz y antipático Levante (viento del E) que tanto molesta y perjudica durante quincenas enteras a veces, sobre todo en el Estrecho, y aprovechando la ocasión de que se va a elevar el copo donde hay encerrado, según dicen, mucho atún.

Pero antes permíteme que te de algunas ligeras ideas del arte que constituye esta importante, industria, tan importante, como verás por los datos estadísticos que arroja la Gaceta de Madrid, correspondiente al mes de Abril de 1923, cuya copia acompaña al presente capitulo.

La almadraba es sencillamente una gran red colocada paralelamente a la costa, a unas cuantas brazas de la playa, que guía el paso del atún, por decirlo así, e impide que éste, que se dirije de Occidente a Oriente a lo largo del estrecho de Gibraltar, y muy costero, buscando aguas apropósito para depositar sus huevos y más tarde regresar a su residencia habitual en las ignoradas profundidades del Océano Atlántico, se separe de la ruta indicada por esa misma red de grandes y débiles mallas en su principio, pero relativamente tupida y de gran resistencia en el copo, que es por decirlo así, una especie de ratonera capaz para miles de peces, algunos de más de 40 arrobas de peso.

Cuando en el copo hay número suficiente de atunes se dispone la subida o elevación del mismo por medio de grandes lanchones que lo rodean, anclados por babor y estribor, por proa y popa, y mediante fuertes grúas colocadas en el interior de estos lanchones de manera que el copo o gran depósito de red, llena de atunes vivos, sube hasta la superficie del mar.

Entonces comienza el espectáculo, viendo aquellos grandes peces nadando velozmente en todas direcciones, tratando de huir, y levantando enormes salpicones de agua, convertida a veces en grandes copos de espuma, con irisaciones variadísimas y aspectos en que el sol transforma en multitud de colores y vistosas apariencias del prisma o del arco iris en aquel inenarrable cuadro plástico de fantástica a la vez que de real apariencia y conmovedora expresión, en que miles de seres enormes y vistosos, negros, blancos, plateados, algunos enrojecidos por las heridas que les causan los bicheros o garfios que les echan los braceros para elevarlos a las gabarras o lanchas, pugnando por romper sus ligaduras y marchar libremente a las ondas de donde proceden, que es su elemento, y del que el hombre cruel e inhumano les priva en uso del derecho del más fuerte.

Multitud de lanchas rodean las almadraba-copo, unas a remo, gasolineras otras, o de motor, vaporcitos, etc., amén de los lanchones para el transporte del atún a la Chanca y fábrica de conservas respectivas, que envían a su vez a recoger la pesca sus carros o tranvías movidos a brazo, colocados a lo largo de los muelles o espigones de madera avanzando hacia el fondeadero o dársena, en donde atracan aquellas.

Más tarde estos productos, convertidos en conserva, bien sea por medio de las llamadas "frituras" o en salazón, son exportados para todos los países de Europa y distribuidos por el interior de España".

 Julio Fernández Varo

 

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