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Arcos

La heroína

"... pero las condiciones tras la crisis –que no es sólo económica- han puesto otra vez a los jóvenes en el disparadero de la huida, de la droga como huida"

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Dicen que vuelve la heroína y me imagino que vuelve para hacer lo mismo que la otra vez, en los años ochenta y noventa: matar a un buen puñado de chavales engañados a los que se le ofreció como el elixir de la felicidad. Dicen que vuelve la heroína y que incluso tenemos ya en Arcos un “padre coraje” dispuesto a enfrentarse a traficantes y revendedores.

Permítanme ustedes que dude de los “padres corajes” y las “madres corajes”, sobre todo porque creo que cada padre, madre, hermano, cónyuge o amigo de un drogadicto es una “persona coraje” que sufre en la soledad de su casa o ante el desamparo e incluso la incomprensión de mucha gente. No creo en los “padres corajes” de las recogidas de firmas, ni de los esperpentos públicos, porque pienso que lo de la droga no se arregla con histrionismos, sino con legislaciones y proyectos sociales que hagan sentir a los jóvenes que nuestra sociedad los valora, los cuida y los respeta.

En los ochenta/noventa cayeron muchos porque les tocó vivir en una sociedad que estallaba en libertades mal entendidas, donde los mismos poderes públicos -¿recuerdan los viejos a Tierno Galván haciendo chistecillos en las verbenas sobre lo bien que se estaba colocado?-, donde los mismos poderes públicos, digo, alentaban al consumo de drogas porque la libertad era eso, ponerse hasta el culo y no pensar en nada. Afortunadamente hoy tenemos la lección aprendida y a ningún político se le ocurriría alentar al consumo de drogas, pero las condiciones tras la crisis –que no es sólo económica- han puesto otra vez a los jóvenes en el disparadero de la huida, de la droga como huida.

Leyes, castigo a vendedores y gentuza que trafica con el dolor de la gente, pero también medidas sociales, valentías políticas para que los jóvenes no se sientan desplazados de una sociedad donde el dinero, el poder y otras pamplinas son los auténticos dioses. Si no construimos una sociedad sana, donde valores en desuso como el esfuerzo, el trabajo, la solidaridad, vuelvan al centro de nuestras vidas, estaremos siempre en peligro de que nuestros jóvenes deserten, se rebelen y se refugien en la droga.

Y para eso, para cambiar el mundo, sí que hace falta “coraje”. “Dos corajes”, diría yo.

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