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¿Deflación?

Básicamente la deflación es el fenómeno opuesto a la inflación. Es decir, la temida escalada de los precios se manifiesta en el sentido contrario provocando una bajada generalizada y continua de los mismos, como consecuencia, normalmente, de una política restrictiva de las disponibilidades ...

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Básicamente la deflación es el fenómeno opuesto a la inflación. Es decir, la temida escalada de los precios se manifiesta en el sentido contrario provocando una bajada generalizada y continua de los mismos, como consecuencia, normalmente, de una política restrictiva de las disponibilidades líquidas en manos del público o por una alta atonía de la demanda de los consumidores. Por lo que respecta a la atonía de la demanda, puede verse alimentada, especialmente, por la retracción del consumo, accionada por un resorte psicológico que invita a posponer las decisiones de compra e inversión, sobre todo de bienes duraderos o de aquéllos que pueden ser prescindibles en la escala de necesidades de los consumidores. Para que realmente se pueda hablar de un proceso deflacionario es necesario que se produzca una serie continuada de al menos ocho o diez meses de descenso del indicador del IPC.

En los momentos actuales, venimos acumulando varias bajadas continuadas de los precios en los últimos meses que han desembocado en una tasa negativa (-0,1% a marzo último en caída interanual); también  en EEUU en el mismo mes se ha producido la primera tasa interanual negativa (-0,4%), aunque en la Zona Euro, donde asimismo se han producido descensos en los últimos meses, sigue presentando una tasa del 0,6% para el mismo periodo comentado. Sin embargo la inflación subyacente que, recordemos, no computa la variación de los precios de los productos energéticos y alimentos no elaborados, sigue presentando tasas positivas que van desde 1,5 de la Zona Euro al 1,8 de EEUU, pasando por el 1,3% de la española. Aunque pueda parecer un contrasentido que destaquemos los datos inflacionarios, es debido al temor generalizado de que las economías mundiales pudieran entrar en un proceso deflacionario, pues sus consecuencias negativas serían mucho más nefastas que el temido proceso contrario. Imaginen por un momento los efectos de una situación en la que los bienes, productos y servicios producidos no encontraran la correspondiente contrapartida compradora a pesar de continuas bajadas de sus precios. En cualquier caso, no parece, por el momento, que esta situación pueda instalarse en nuestras economías, siendo, eso sí, deseable,  un periodo prolongado de una inflación moderada en torno a tasas del 1 al 1,50, al menos los pronósticos van en esta dirección, pues en la coyuntura actual restablecer la capacidad adquisitiva de los consumidores por esta vía junto al respiro que nos están deparando los tipos de interés, sobre todo en lo relativo al Euribor, referencia a la que se asocian muchos titulares de préstamos hipotecarios, acompañadas de una necesaria reforma fiscal, podría suponer un salvavidas inmediato que debe tener su continuidad en el ineludible ajuste del sector de la construcción y el saneamiento del sector financiero para facilitar la recuperación económica.

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