Ahora, tenemos el proceso de Bolonia como el reto más mediático, que no el más importante, y como la Universidad es un caos, hemos recurrido a otro catedrático para que calme las protestas. A Zapatero sólo le falta que se incendie la Universidad.
Y aunque Bolonia y la convergencia europea que supone, son buenas a pesar de sus defectos, ni se han vendido bien ni se han dispuesto los medios necesarios ni se ha motivado al profesorado universitario. La Universidad lleva décadas viviendo de espaldas a la sociedad y el nivel de los que acceden a la Universidad es cada vez más bajo. Esta semana me comentaban dos profesores que casi todos los exámenes son tipo test porque si tuvieran que desarrollar los temas, “posiblemente no aprobaría casi nadie”. Entre eso y el que exista, con perdón, una Universidad en cada pueblo, o 290 titulaciones sin aspirantes a cursarlas, o que todos los estudiantes estén becados de hecho por los contribuyentes, Gabilondo tiene trabajo para dar y tomar.
Y, por cierto, hace cuarenta años, se criticaba que los hijos de los obreros accedían con dificultades a la Universidad. Ahora, con tantas becas como presume el Gobierno, los que no acceden son los hijos de los inmigrantes, pero eso no parece un problema. Gabilondo sabe mucho de la Universidad, pero el mal está en la base. La Educación Primaria, la Secundaria, el Bachillerato y la Formación Profesional no funcionan. Se devalúan año tras año y las continuas reformas no han hecho sino agravar el principal problema del sistema educativo: el fracaso escolar, el terrible fracaso escolar. O Gabilondo se remanga y se mete en la faena pre-universitaria, aunque no olvide Bolonia, o Bolonia no servirá para nada.
Eso necesita, de una vez por todas, un Pacto de Estado. Los ciudadanos y los estudiantes se merecen el acuerdo y que acabe la guerra educativa.