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La falta de compromiso

Hace pocos días, el portavoz de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino, decía en una entrevista que uno de los males de nuestra sociedad en el presente es la escasez de personas comprometidas...

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Hace pocos días, el portavoz de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino, decía en una entrevista que uno de los males de nuestra sociedad en el presente es la escasez de personas comprometidas. He meditado sobre esta idea, llegando a la conclusión de que, en efecto, es un elemento esencial en el contexto de la crisis de valores que nos acosa. Merece la pena detenerse unos minutos en su consideración.

Podemos calificar a un hombre de comprometido cuando se involucra, se obliga y se responsabiliza en sus creencias, actitudes y prácticas. El sujeto, en tal caso, suele ir más allá de la mera obligación, del simple cumplir el expediente, el grado de sorprendernos con su conducta entregada. Existen muchas facetas de la vida en las que un compromiso firme rinde notables beneficios: en el ámbito familiar, laboral, escolar, político, ciudadano, etc. Un tal tipo de conducta, para que sea sensata, exige un previo examen, antes de la decisión definitiva, en el que se valoren juiciosamente los pros y contras, riesgos y beneficios que entraña el compromiso.

Hoy día los compromisos se rompen con facilidad, incluso los más sólidos (en teoría), como los matrimonios, por poner un ejemplo. Nos embarga una atmósfera de indiferencia, cuya expresión más nítida se llama pasotismo. Pasota es un vocablo cheli -ya aceptado por la RAE- que de inicio designaba a los marginados del orden social, pero que ahora se aplica al simple rechazo de cualquier problema. Este mal agobia a todos los niveles, aunque sobre todo se exterioriza en la juventud. El 'yo paso de eso', es la respuesta más frecuente en esta franja etaria cuando se les pregunta por cuestiones políticas, religiosas o de otra índole.

Martin Luther King iluminó esta cuestión cuando dijo: "Ya no me extraña la maldad de la gente perversa; lo que no deja de sorprenderme es la indiferencia de la gente buena". Y es que los frutos de esa indiferencia son mediocres, en el trabajo, en la ayuda a los demás, en la toma de posición por la verdad…

Que el cristiano debe ser comprometido, es exigencia indudable. Cristo mismo, por su condición de tal, se convirtió en piedra de escándalo ante la gente de su tiempo, afanada en cumplir unos ritos para ellos sagrados, pero ayuna de calor y sacrificio hacia su prójimo. Ahora nosotros, en la Semana Santa ya inminente, debemos dar testimonio de nuestro compromiso por la vida, en unas jornadas que justamente conmemoran el triunfo de ésta sobre la muerte, en la Pascua de Resurrección.

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