Hay muchachas que a los dieciséis años son casi mujeres. Hay otras que son niñas. Si su hija se encontrara en esa disyuntiva, independientemente de lo que pensemos cada uno sobre el aborto, ¿le gustaría ser ajeno a esa decisión que va marcar su vida para siempre? ¿A los 16 años es posible tomar esa decisión, sin consecuencias, después de haber reflexionado durante tres días, como marca la ley? Mientras en Europa se reduce paulatinamente el número de abortos, en España se ha duplicado. Más de cien mil abortos al año es un fracaso social que no se puede combatir con una ampliación posiblemente anticonstitucional, innecesaria y que divide aún más a una sociedad anestesiada.
Cuando hablamos de igualdad real de la mujer, tendríamos que hablar de oportunidades para la mujer que quiere ser madre: apoyo social, económico, medidas de conciliación en lugar de facilidades para deshacerse de un hijo. Cuando hablamos de igualdad, la ministra podía denunciar a todas las empresas que pagan menos a mujeres que a hombres. Cuando hablamos de igualdad, en el ministerio deberían estar apoyando a las mujeres inmigrantes que son víctimas de la violencia doméstica y que, a veces, no tienen otra salida que el aborto. Ese falso progresismo de algunos les lleva a fijarse una medida estrella: el aborto. Y todos nos callamos. Hipócritas.