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A veces las apariencias engañan

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Aunque hay bastantes personas que confunden los términos de educación y cultura, creyendo que ambos son una misma cosa, sin embargo, pueden ser hasta muy diferentes, y por eso hay que distinguir entre esas dos significaciones.

Educación es una predisposición de ánimo de los niños y jóvenes, a los que se les va enseñando dentro del hogar y en los colegios, en donde también van asimilando qué es la moral, la familia y una serie de conceptos que después les va a servir para su propio desarrollo intelectual.

Y cultura es el conjunto de conocimientos que cualquier persona va adquiriendo a lo largo de su vida a través de los estudios cursados en el colegio, bachillerato, carrera universitaria o solamente siendo un autodidacta aplicado, valorándose las experiencias sufridas y los ambientes sociales, que les hace concebir las cosas de una manera más clara e incluso convenientes, situándole lo mejor posible en los medios en los que se desenvuelve o va a desenvolver.

Se dan muchos casos en los que una persona a la vez que sea educada lo sea también culta. Igualmente las hay bastante educadas, pero solamente con una cultura media o baja, o unas terceras que tengan una amplia cultura, pero que, sin embargo, sea un individuo adusto, antipático, grosero además de poco sociable.
Cuando encuentro como interlocutor a una persona educada y además con amplios conocimientos culturales me agrada bastante hablar con ella, y de aquello que no sé o tengo pocos conocimientos escucho atentamente, porque de ello tengo mucho que aprender, e igualmente lo hago cuando una persona modesta habla de su trabajo o especialidad, bien sea pescador, agricultor o mecánico. Y con los que hablo más a gusto son con varios amigos que tengo, ya jubilados, que fueron capitanes u oficiales en la marina mercante, o simples marineros, que me embobo escuchándoles cuando me cuentan sus vivencias en aquellas singladuras en busca de las costas americanas, o por el Mediterráneo pasando el Canal de Suez y llegar hasta puertos asiáticos. Lo ideal, por lo tanto, sería siempre hablar con una persona educada a la vez que culta, pero a veces algunos cultos, con poca educación, suelen resultar prepotentes creyendo en sus engreimientos ser muy importantes en los ambientes en los que vive o en los que se mueven, despreciando de alguna manera a aquellas otras personas que, por ciertas circunstancias, no tienen el grado de conocimientos por ellos adquiridos.

Y siempre me causa sorpresa y después admiración, cuando me encuentro con alguna persona que sin apenas estudios me habla de escritores importantes y ahora recuerdo a un tendero de comercio pequeño, quien me dijo que se leía a la semana de dos a tres novelas, y me hablaba de escritores universales, y aquel hombre de unos cuarenta y tantos años, no tenía estudios superiores ni tan siquiera el bachillerato, fue una afición contagiada de un amigo de la mili que se había ya iniciado como escritor, y en los descansos o en horas fuera de servicio se iban los dos a la biblioteca del regimiento a leer a Cela, Delibes, otros españoles, y también a escritores ingleses, rusos y norteamericanos, y de ahí le llegaba su gran afición a la lectura de calidad.

Y, por el contrario, escuchando cierto día a un señor bien portado, de gestos expresivos y de fácil palabra, que se le veía culto, dando una charla, más bien que conferencia, tratándose de temas literarios, de los que él parecía estar muy documentado, resultó que al ahondar un poco en los escritores hispanoamericanos no tenía apreciaciones reales de Jorge Luis Borges, ni tampoco de otros, y hablaba y hablaba tal vez al suponer que entre los que le escuchábamos, no habría ninguno que tuviese amplios conocimientos literarios de esos escritores de habla hispana.

Pues así son las cosas, que muchas veces las apariencias engañan, por diferentes circunstancias. Personas hay de porte sencillo y que pasan desapercibidas, que están bien documentadas sobre lo que hablan y, sin embargo, hay otros con apariencias resaltadas que suelen defraudarnos.

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