Sí es cierto, sin embargo, que quienes han censurado la ausencia española tienen razón. No se puede dar la impresión de que se pretende jugar un papel importante en la economía mundial y pasar por alto estas citas. España nunca ha dado la importancia que tienen los negocios que se cierran en Davos, una ciudad en la que se habla más a nivel de las grandes empresas que de los gobiernos. Por eso no es de recibo que España anime a consumir los productos españoles y se olvide de que el negocio de un país poderoso económicamente se encuentra fuera de sus fronteras. Simplemente porque no existe coherencia. Se luchó por estar en el G-20 y se pretende estar en la siguiente cumbre. ¿Para qué? ¿Para decir que España consumirá productos españoles?
No era necesaria la presencia de Zapatero, ni si quiera la del ministro Solbes. Se podría haber enviado a alguna delegación de Industria, algún departamento político cercano a las empresas españolas presentes en la cita. Se trata de generar riqueza, no de dar discursos en los que se demonice el liberalismo sin medida y se ensalce el socialismos moderado. La preocupación por el futuro de las empresas españolas es motivo suficiente para empezar a tomarse en serio estas citas, aunque se demuestre que importa poco si Repsol pasa a manos de Rusia o China. Con empresas fuertes se lucha en uno de los flancos más delicados de esta crisis: el empleo.