El primer astado, de cinco años y medio de edad, inició su recorrido a las doce y cuatro minutos del mediodía desde el cajón situado en la calle Gomeles, y una vez que las autoridades apostadas en una terraza próxima ondearon el pañuelo que ordena la suelta del animal, de lo cual se encargó personalmente el alcalde de la ciudad, José Luis Núñez.
El imponente toro negro salió como una exhalación provocando varios sustos entre los corredores e incluso una embestida a un valiente. Raudo y veloz, recorrió la calle Alta, aunque más tarde apagó su brío en las proximidades del centro de salud de la Corredera. Mientras, el animal fue seguido de cerca por su propio equipo de seguridad, atento a que no se cometiera ninguna agresión contra el toro, aunque éste recibió el impacto de algunos objetos.
Tras apenas cuarenta minutos en la calle, Poeta dio muestras de gran cansancio cuando se encontraba en las inmediaciones de El Gallo Azul y barranco San Miguel. Y es que el entorno no le podía ser más hostil a un animal acostumbrado a su hábitat del campo.
Sobre la una menos diez de la tarde, ya se le había colocado la soga con la que el toro fue conducido a su cajón, en una tarea que no resultó tan complicada como otras veces. Es más, Poeta pareció entrar en la caja de madera con cierta resignación. Todo ocurrió ocho minutos antes de lo previsto.
Tras los cohetazos de rigor y, de nuevo, que el alcalde ondeara el pañuelo, el toro de nombre Valeroso y de 540 kilos de peso, saltó a la calle, mostrando el furor inicial de un colosal animal de pelo rojizo. La res se movió con rapidez en la calle Corredera, dando muestras de frescura, aunque permaneció un buen rato junto al barranco de San Miguel mostrando su bravura ante los numerosos corredores que esperaban una embestida. Como le ocurriera a su antecesor, Valeroso empezó a cansarse a la media hora de estar en la calle, para permanecer gran tiempo en la mitad de la calle Corredera, donde se registró una desagradable reyerta que por unos instantes restó protagonismo al animal. El público de la calle Gomeles se quedó en esta ocasión sin poder ver al toro.
Con los corredores haciendo lo que querían con el animal por su poca resistencia, Valeroso dejó de hacer honor a su nombre para mostrarse acorralado y dejarse ensogar para regresar al cajón, no sin propinar algún que otro susto de última hora. Corrían las cuatro de la tarde y, con ello, se cumplían las directrices marcadas desde el Gobierno andaluz para este tipo de festejos, por lo que el Ayuntamiento a priori no debe recibir ningún tipo de sanción.
En el primer balance, salvo la mencionada reyerta y varias caídas desafortunadas, no se registraron incidentes y accidentes de gravedad.
Día de balcones y terrazas que, aunque no se coticen al precio de las atalayas sevillanas para contemplar la Semana Santa, sí que fueron los más deseados para ver el Toro del Aleluya en toda su plenitud; una fiesta popular que data de 1874. Entre las anécdotas, algunos disfraces entre el público y algún muñeco como señuelo para los toros.
El dispositivo de seguridad fue todo lo completo que exige, con 107 componentes de Cruz Roja, la guardia Civil habilitó dos patrullas de refuerzo independientemente de las desplazadas a la fiesta, como también la Policía Local aumentó sus efectivos y Protección Civil desplegó decenas de voluntarios. Además, bomberos y los servicios sanitarios del SAS permanecieron alerta para cualquier eventualidad y con medios desplazados al recinto.
La principal novedad de esta edición ha sido sin duda la nueva ubicación de las carpas de la movida juvenil en el recinto ferial, por lo que también se ha brindado la oportunidad de disfrutar de un paseo de Andalucía sin la aglomeración de los últimos años.