Ser madre es el acto más puro, trascendente, verdadero y fiel que tendrás a lo largo de toda tu vida. Cuando sabes que vas a ser madre, nadie te prepara para ello. Puedes leer infinidad de libros, escuchar multitud de experiencias, avalar opiniones por el simple hecho de venir de otras madres, crear expectativas sobre tu yo maternal y una infinidad de sesgos que se forman en tu mente mientras, en lo más profundo de tu ser, se gesta el mayor de los tesoros.
Las antiguas siempre han dicho que “hay madres, madrecitas y madrazas”, anclando en lo más insensato de tu pensamiento la idea de que se pueden hacer comparaciones entre las crianzas, como si pudieran opinar sobre ello de la misma manera en que se elige entre el color azul o el rojo.
En el momento en que se cierra la puerta del paritorio, tu interior sabe que saldrás siendo una persona diferente, que por delante te queda el mayor desafío al que te has enfrentado y que, a pesar de saber que el camino no lo harás sola, también piensas que necesitas soledad para asimilar todo el cambio, tanto físico como psicológico, que ha provocado el nacimiento de tu bebé, para poder renacer cual ave fénix.
Es aquí cuando intervienen tus diferentes yoes, que estoy segura de que nunca te habías parado a analizar, porque siempre has sido uno único, pero ahora te detienes y piensas en quién te gustaría ser en cada momento. Ahora representas a tu yo maternal, tu yo en pareja, tu yo trabajadora, tu yo estudiante, tu yo deportista, tu yo hija, hermana, tía o amiga, tu yo de salidas y una infinidad de facetas que, a veces, se entremezclan en tu mentalidad ideal y se confrontan de tal manera que te rompes y caes. Más tarde, te levantas y sigues porque, no nos equivoquemos, la vida nos ha enseñado que hay que detenerse lo justo para seguir el camino.
Ser madre es la mayor de las fortunas que la naturaleza nos ha brindado, pero no podemos olvidar que, antes de ser madres, también somos personas y que debemos aprender a regular, a escuchar nuestros sentimientos, nuestras acciones y nuestro amor por ellos y por nosotras mismas sin ser juzgadas.
A mis hijos, si algún día tienen la oportunidad de leer este artículo: gracias por darme el honor de ser su madre.