Hace unas semanas, mi hijo mayor me hizo una pregunta que me dejó sin respuesta. Primero, porque no quiero influir en ninguna de sus decisiones, igual que no influyeron en las mías, y segundo, porque al pararme a pensar, realmente no sabría cómo enfocar mi respuesta, ya que es un tema bastante complejo.
Mamá, ¿tú crees en Dios? La respuesta podría ser perfectamente un sí o un no, pero me sale una risa nerviosa acompañada de ¿Tú qué crees, cariño?. Él esboza su sonrisa y responde: Sí, mamá, yo sí creo. ¿Y tú quieres que mamá también crea en Dios? Claro que sí, mamá. Pues ya está, hijo, mamá también cree en Dios, igual que tú.
Pero lo cierto es que, en una de sus clases del instituto, a mamá le hicieron una pregunta: Mariloli, ¿qué teoría jamás se podrá refutar? Efectivamente, la existencia de Dios, porque siempre se ha basado en la fe y en la creencia de lo que nos han enseñado a lo largo de todos nuestros años de vida, algo que jamás podremos comprobar empíricamente y mucho menos cuantificar. Al final, es cuestión de fe.
La verdad es que mamá bien podría considerarse agnóstica, sin afirmar ni negar la existencia de Dios (o los dioses), sin certezas para creer, considerando al mismo tiempo que quizá sea una cuestión que la capacidad humana no puede resolver. Aunque, realmente, también podría explicarle que en lo único en lo que creo es en la virtud de la persona. No creo en el bien y el mal como conceptos absolutos porque son tan subjetivos que dependen de lo que cada uno considere. Lógicamente, creo que matar, asesinar, violar, engañar, mentir, robar o abusar está mal, pero otras personas, quizás, no lo piensen así.
Creo en el amor sin fronteras ni condiciones, en la palabra, en la igualdad en todos sus sentidos, en la paz, en la bondad de ayudar, en el levante soplando fuerte, en el carnaval, en el olor a sal al salir de la playa, en el trabajo duro para alcanzar metas, en los sueños, en la libertad, en la coherencia, en el hacer… y lo cierto es que, para toda esta creencia, no necesito creer en lo divino.
Del ateísmo hablaremos en otro momento.
Al final de todo esto, me hizo otra pregunta:
—Mamá, ¿por qué Sheldon Cooper no cree en Dios?
Y fue ahí donde, gracias a su proyecto del colegio, pude explicarle la teoría del Big Bang para la creación del mundo y la teoría de la creación del mundo según la regla de Dios.
Por ahora, la conversación se ha quedado ahí, y así lo espero, porque (si lo pienso bien) no quiero explicarle mis verdaderos motivos para creer o no. Me encantaría que siguiera colmándome con esas preguntas que resquebrajan mis pensamientos. Además, debería tener la oportunidad de expresarse libremente y de creer en lo que él considere.
Ah, y a mi carpe diem particular, decirle que mantenga la fe en que todo vuelve a su estado natural, porque así lo quiere el efecto rebote de la vida.¡Te queremos fuerte!