Había una vez, en unas tierras lejanas, tres colonias de hormigas que compartían un trigal en perfecta armonía. A pesar de que cada hormiguero se regía por unas normas distintas y que competían entre sí por los recursos, nunca hubo conflicto entre los habitantes de los hormigueros rojo, naranja y azul.
Cuando llegó el verano, las hormigas azules iniciaron la campaña de recolección de trigo con mucha calma, trayendo al hormiguero una media de 10 granos por obrera y día. Pero, como cada una de ellas comía dos granos cada día y además había que alimentar a escribanas, guerreras, almacenistas y demás almas; el hormiguero azul no progresaba porque se consumía todo lo que se producía.
Cerca de allí, la reina del hormiguero rojo, más ambiciosa y práctica que su vecina, consiguió motivar a sus obreras para que recolectaran 20 granos por cabeza. Pronto se llenó el granero y la abundancia animaba a la reina a procrear para colonizar otras tierras próximas. Sin embargo, el exceso de trabajo hizo que las hormigas rojas fueran enfermando una a una de modo que cada día eran menos las que salían a buscar el sustento. Llegó un momento en el que menos de la mitad de las hormigas trabajaban y no había alimento suficiente para dar a las compañeras enfermas que ahora necesitaban comer el doble para recuperarse. El júbilo inicial se convirtió en desesperación cuando el desastre llegó al hormiguero rojo que quedó prácticamente deshabitado.
En otra zona, la reina naranja había estado observando la actuación de sus vecinas rojas y azules. Cuando creyó haber entendido lo sucedido reunió a su pueblo y les contó lo que había visto. Después, razonó y acordó con sus obreras que cada una de ellas se esforzaría para traer 15 granos al día y que además celebrarían reuniones periódicas para comprobar el ambiente laboral y asegurarse de que nadie enfermaba por el sobreesfuerzo que se les pedía, por el que además serían recompensadas.
Después de un prudencial período de prueba del nuevo sistema, la reina naranja comprobó que su pueblo progresaba y crecía hasta colonizar los terrenos colindantes. Incluso repararon y repoblaron el maltrecho hormiguero rojo. Entonces fue cuando la reina mandó llamar al amanuense real para que escribiera esta historia con el título de "Teoría de los límites superior e inferior de rentabilidad óptima".
Cuando los seres de otros mundos leyeron esta historia, dijeron: "¡Qué tontería! ¡No han descubierto nada nuevo!. Esto es algo muy evidente...".
La reina naranja que lo oyó se sonrió, y entonces supo que era una buena teoría; porque las buenas ideas son esas que todos conocen, las evidentes y sencillas de entender; precisamente esas que por obvias se nos pasan por alto..
Cuando llegó el verano, las hormigas azules iniciaron la campaña de recolección de trigo con mucha calma, trayendo al hormiguero una media de 10 granos por obrera y día. Pero, como cada una de ellas comía dos granos cada día y además había que alimentar a escribanas, guerreras, almacenistas y demás almas; el hormiguero azul no progresaba porque se consumía todo lo que se producía.
Cerca de allí, la reina del hormiguero rojo, más ambiciosa y práctica que su vecina, consiguió motivar a sus obreras para que recolectaran 20 granos por cabeza. Pronto se llenó el granero y la abundancia animaba a la reina a procrear para colonizar otras tierras próximas. Sin embargo, el exceso de trabajo hizo que las hormigas rojas fueran enfermando una a una de modo que cada día eran menos las que salían a buscar el sustento. Llegó un momento en el que menos de la mitad de las hormigas trabajaban y no había alimento suficiente para dar a las compañeras enfermas que ahora necesitaban comer el doble para recuperarse. El júbilo inicial se convirtió en desesperación cuando el desastre llegó al hormiguero rojo que quedó prácticamente deshabitado.
En otra zona, la reina naranja había estado observando la actuación de sus vecinas rojas y azules. Cuando creyó haber entendido lo sucedido reunió a su pueblo y les contó lo que había visto. Después, razonó y acordó con sus obreras que cada una de ellas se esforzaría para traer 15 granos al día y que además celebrarían reuniones periódicas para comprobar el ambiente laboral y asegurarse de que nadie enfermaba por el sobreesfuerzo que se les pedía, por el que además serían recompensadas.
Después de un prudencial período de prueba del nuevo sistema, la reina naranja comprobó que su pueblo progresaba y crecía hasta colonizar los terrenos colindantes. Incluso repararon y repoblaron el maltrecho hormiguero rojo. Entonces fue cuando la reina mandó llamar al amanuense real para que escribiera esta historia con el título de "Teoría de los límites superior e inferior de rentabilidad óptima".
Cuando los seres de otros mundos leyeron esta historia, dijeron: "¡Qué tontería! ¡No han descubierto nada nuevo!. Esto es algo muy evidente...".
La reina naranja que lo oyó se sonrió, y entonces supo que era una buena teoría; porque las buenas ideas son esas que todos conocen, las evidentes y sencillas de entender; precisamente esas que por obvias se nos pasan por alto..
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