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Opiniones de un payaso

A perro flaco

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Por si no teníamos bastante con los efectos de la gran recesión y de las turbulencias en los mercados financieros de deuda pública, que nos traen por la calle de la amargura, va y se agrava el conflicto del Sáhara Occidental, como consecuencia del desalojo violento del campamento de ciudadanos saharauis improvisado en las afueras de El Aaiún y, para colmo, ahora  -me entero esta mañana a través de la prensa-, varias organizaciones civiles marroquíes preparan una excursioncita a Ceuta desde su capital para reivindicar la soberanía de Marruecos sobre esta plaza.

A perro flaco todo se le vuelven pulgas. Esperemos que la susodicha convocatoria no se convierta en un revival de la Marcha Verde, porque, como así sea, ya se pueden ir preparando el Zapatero, la Trini y el gabinete de crisis que se constituya ex profeso. Desde luego, yo no querría estar en el pellejo de ninguno de ellos ante una tesitura como esa. Un drama con vocación de tragedia y no un sainete como lo fuera el episodio aquél de Perejil. Ya saben, todo lo que es susceptible de empeorar lo más probable es que empeore (para mí que el inocente señor Murphy más que ingeniero, con todos mis respetos, debió ser un aguafiestas).

Por lo visto, al gobierno de Rabat no le ha hecho ninguna gracia que en Europa no se hayan tragado las presuntas trolas que ha contado respecto a los detalles de lo sucedido el pasado mes de noviembre, durante el desmantelamiento del asentamiento junto a la ciudad principal de lo que fuera en otro tiempo provincia española, ni le ha gustado ni mijita tampoco que acá en España el Congreso de los Diputados haya aprobado una declaración de condena de los hechos, y se ha pillado un cabreo de cojones.

Pero digo yo que, en lugar de molestarse porque no se le haya creído lo que debería hacer la monarquía alauí es preguntarse cuáles son las razones de su falta de credibilidad ante la opinión pública general y poner remedio, se me ocurre que ahondando, por ejemplo, en ese tímido proceso democratizador que ya se emprendió en el reino tras la llegada al trono de Mohamed VI.

Tenía intención desde hace semanas de dedicar unas líneas a este tema y, sin embargo, me estaba resistiendo. Primero, porque es prácticamente imposible escribir sobre el mismo sin ser pesimista respecto al futuro de la causa que abandera el Frente Polisario y con la que simpatizo.

Y segundo, porque me fastidia profundamente que el asunto sirva  de coartada, y de filón también, a esos patriotas de la vieja escuela que todavía abundan y, sobre todo, a los demagogos. A menos que cambien mucho las tornas, no va a existir una RASD auténticamente independiente a corto plazo. A las principales potencias del concierto internacional, por razones económicas y geoestratégicas, no les interesa en absoluto y no se trata de ningún secreto para nadie.

Aunque quizá no desde un punto de vista jurídico, el asunto del Sáhara Occidental es, lo queramos o no, un problema de España, y como tal lo siente una gran parte de los españoles, Que se lo pregunten, si no, a nuestro presidente y a nuestra recién estrenada ministra de Asuntos Exteriores. Tanto es así, que cada vez que la cuestión del conflicto saharaui se complica y se vuelve a situar en el candelero se reaviva el debate en torno a la españolidad de nuestras dos ciudades autónomas norteafricanas, con todo lo que en dicho debate nos jugamos.
No es ninguna casualidad, pues, lo de ese paseíto a la localidad ceutí organizado por asociaciones juveniles marroquíes a las que no creo que se les haya ocurrido la genial idea. A ver cómo se resuelve esta papeleta…

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