Es lo primero que pronunciamos al comenzar enero y lo hacemos mirando hacia delante, si bien en esta ocasión resulta inevitable volver la cabeza con recelo. La duda y la confusión generan temor y la pregunta es si llegaremos a acostumbrarnos a vivir pendientes de una vacuna. Evidentemente, como lo venimos haciendo con la de la gripe desde hace años, aunque ésta haya sido un tanto opcional. De todas formas, es el medio para ir superando este año pasado y largo con la alarma martilleando no solo en la cabeza. Tendremos, por tanto, que aprender a vivir con esta naturalidad amoldándose a las circunstancias. Lo lograremos, pero mientras tanto vamos recorriendo el camino, un trecho tras otro con la distancia ignorada, viviéndola en presente de la mejor manera. Cada uno hemos llevado la situación agarrados a la paciencia y soltándola de vez en cuando para reencontrarla en aquello que nos aísla respirando otro aire, el fluyente de los libros, por ejemplo. Ellos nos han devuelto a la rutina descansados e incluso fortalecidos, aunque a veces los hayamos cerrado para volverlos a abrir una vez digerida la escena contada.
Este largo espacio vivido es como un paréntesis abierto donde han ido enlazándose los ratos a las horas, las noches a los días, sin atisbo de cierre por ahora. Para no sucumbir al cansancio irritable, hemos vuelto a los títulos pendientes, a los situados en la segunda fila del estante, despegando el marcapáginas apresado entre las hojas, enfrentándonos a su lectura desde el comienzo con la amplitud y el conocimiento del bagaje literario que ha ido creciendo con nosotros.
Desde las librerías nos propusieron comenzar el pasado veintiuno con María Moliner, Elena Fortún y Carmen Laforet y aunque ha resultado ser un año de páginas, el que da los primeros pasos, promete seguir el mismo derrotero, siendo la mejor forma de mantener la mente activa para relajar dudas y miedos con ayuda de la imaginación y su poder por encima de todo, principio de Ana María Matute que hemos recordado al saber la próxima publicación de su Antología de literatura y vida. Para quienes hemos seguido su trayectoria, fue un placer oír la noticia durante las primeras horas del año nuevo. Qué ganas de sentirla cerca de nuevo, de rendirnos a ese encanto suyo al narrar. También nos rendiremos a los diecinueve poemas inéditos de Juan Ramón Jiménez, que bajo el título Pureza se encuentran entre los cuarenta y seis del poemario escrito en 1912 en Moguer, antes de su marcha definitiva a Madrid.
Inicio interesante para un año esperanzador. Ánimo y prudencia.
