20 de diciembre en Alcalá la Real. Nos preguntamos, ¿sigue teniendo vigencia aquel viejo chascarrillo del Día de San Hipercor? Sí y no, sería, tal vez, la respuesta más acertada, diplomática y veraz, un poco a la gallega. Tras una víspera brumosa, de bendita lluvia y recia ventolera –vamos, lo que comúnmente se viene conociendo por un día de perros- el día de Santo Domingo de Silos amanece en Alcalá con una mañana clara y luminosa, y la temperatura, fría a primera hora, va levantando incluso hasta unos aceptables siete grados a la hora de inicio de los actos religiosos de este día del patrón de Alcalá la Real. En el interior de Las Angustias, el templo está abrigado de fieles durante la misa. Fuera, en la pequeña placeta, esperan a penas unas decenas de personas.
En las calles, lo que sorprende un poco es más o menos lo contrario. Uno se espera, ya por experiencia, cierta desolación, pero hay en esta ocasión cierto trasiego, cierto ir y venir de gente animada a salir por el radiante día. Con los comercios pasa un tanto de lo mismo. Puede decirse que una mayoría han optado por abrir sus puertas. No están los tiempos para perder muchos días de venta, y más teniendo en cuenta las fechas navideñas en las que nos encontramos. Cualquier cliente que entre por la puerta es bienvenido, y hasta honrado con honores militares si hace falta.
En Las Angustias, la misa ha llegado a su fin y nos sorprenden un poco las palabras del párroco oficiante, que, con su natural cortesía, viene a decir a los presentes que, llegado el momento del inicio de la procesión, y por haber fallado algunos de los costaleros comprometidos, no se cuenta, en esa hora, con las personas que serían deseables y necesarias para portar la imagen, tesitura ante la cual se hace, digamos, una especie de llamamiento para que, entre los allí congregados, se sea generoso con la causa. Tras unos momentos, breves, se abren las puertas de la iglesia, y es bañada lentamente por la luz del sol la imagen del santo de Cañas, aquel que llegó a predecir la fecha de su muerte. Trece fieles costaleros, entre ellos algunas mujeres, en un loable ejercicio de compromiso e igualdad, portan finalmente el paso, para el que se ha decidido, dadas las circunstancias, una versión reducida del recorrido habitual.
La procesión, con la Corporación Municipal bajo mazas, encara la calle Ramón y Cajal, y accede a recorrer apenas unas decenas de metros de Llanillo, acompañados, apenas, de unas decenas de personas que, en su mayoría, pueblan la acera templada a esas horas por el sol del mediodía. La comitiva gira luego, por la calle Alonso Alcalá, y tras rodear la plaza del Ayuntamiento, regresa a su templo.
En corrillos y tabernas queda, más tarde, el inevitable debate. Restados aquellos que, tras el día de lluvia, regresan a los tajos de la aceituna; los que han tirado hacia el sur atraídos por el bullicio de Granada y los que, permaneciendo aquí, prefieren aprovechar para ir de tiendas, un año más la feligresía que ha quedado ha sido más bien escasa. Santo Domingo, la festividad del patrón, sigue siendo, por tanto, un día extraño, indeciso, entre dos tierras, como decía la canción, que cada uno planifica, vive y entiende según su propio y particular criterio.