En un ejercicio de responsabilidad, uno medita, reflexiona, lee y se documenta -a veces no lo suficiente- antes de plasmar su opinión en negro sobre blanco. No es asunto baladí. Imaginen, por tanto, lo que supone ponerse a juzgar y dictaminar sobre algo que ha ocurrido a miles de kilómetros de Andalucía. Me refiero a la victoria de Javier Milei, próximo inquilino de la Casa Rosada argentina.
A mil jodidas millas, que diría Marcelus Wallace en
Pulp Fiction, resulta inexplicable, desde una óptica convencional, que un personaje como el líder de La Libertad Avanza, sea el próximo presidente de un país como la República Argentina. El populismo convence y vence. Antes del
caso Milei, ya vimos la victoria de Donald Trump en EEUU y de Jair Bolsonaro en Brasil. No hace falta irse tan lejos, ni siquiera cruzar el charco, porque la ultraderecha, liderada por el xenófobo Geert Wilders, ha ganado las elecciones en Países Bajos, una sorpresa mayúscula que ha sacudido la política europea, ya convulsa tras la victoria de Giorgia Meloni en la décima economía mundial, es decir, en Italia.
La incapacidad de la política convencional de resolver algunos de los graves problemas que asolan a la sociedad ha dejado una rendija por la que el populismo se introduce con la visceralidad de sus argumentos. Que la inflación interanual en Argentina supere el 142% dice del caldo de cultivo para que el
efecto Milei sea una realidad durante, al menos, los próximos cuatro años en el país argentino. Y como el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, ahí tienen al imputado Trump encabezando las encuestas ante las elecciones legislativas que se celebrarán en 2024. Que el republicano instigador del asalto a la Casa Blanca vuelva al Despacho Oval es una hipótesis verosímil que dice mucho de la incapacidad de los demócratas durante la presente legislatura.
Me gustaría entender el porqué del auge de los populismos encabezados por líderes carismáticos con retórica ofensiva. Los politólogos hablan de la incapacidad de la política tradicional o de las consecutivas crisis como la financiera y la migratoria aunque también del recorte de derechos tras el 11S y la pandemia. En cualquier caso, el populismo ya parece un fenómeno inevitable que afecta a la cultura política democrática tanto si gobierna como si conspira desde la oposición.