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Lo que queda del día

El apagón

El lunes, por unas horas, dejamos de trabajar para Zuckerberg. El apagón en las redes sociales venía cargado de cierto aire de justicia poética

Publicado: 02/10/2021 ·
12:05
· Actualizado: 09/10/2021 · 17:21
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Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Que levante la mano quien esté convencido de que el apagón sufrido este pasado lunes por Facebook, WhatsApp e Instagram se debió a un ataque cibernético. Pese a que la compañía no lo ha admitido -ni lo va a admitir caso de que fuera cierto-, y a que se ha escudado en un fallo ocasionado durante unas pruebas de mantenimiento de los sistemas, la explicación ha resultado poco convincente y mucho menos transparente, sobre todo de cara a los miles de millones de usuarios que se vieron afectados en todo el mundo.  

El hecho de que la incidencia no haya afectado al estado de nuestras cuentas bancarias no ayuda a relativizar la gravedad de una situación que puede haber atentado directamente contra la privacidad de los perfiles de esos miles de millones de usuarios, cooperadores necesarios, eso sí, en función del mayor o menor grado en el que publiciten sus vidas, sus gustos y sus aficiones; sin olvidar el componente ideológico que puede derivarse del control de las comunicaciones interpersonales, sobre el que Facebook ejerce un “poder de monopolio”, como reconocía un informe publicado el pasado año por el Congreso de Estados Unidos.

Cuando James Bond entra en las instalaciones de Spectra y pregunta a Blofeld qué es todo aquel tinglado, éste le responde con una sola palabra, “información”, y Mark Zuckerberg no hace sino acumular méritos para encarnar al próximo villano de 007 desde que Donald Trump se convirtió en presidente de los Estados Unidos. Aquella victoria, dicen, estuvo apoyada en las miles de noticias falsas compartidas a través de Facebook - y posteriormente vía WhatsApp- durante los tres meses previos a las elecciones, a causa de la falta de control de contenidos por parte de la propia red social.

El mismo Zuckerberg se defendió asegurando que el impacto de las fake news había sido mínimo y que la responsabilidad del resultado electoral era exclusivo de los votantes. Pero negar aquella influencia no resolvía el problema de fondo, la ausencia de mecanismos para detectar bulos y noticias inventadas con total malicia. Justo lo contrario, provocó la aparición de empresas como Acronym, que reclutaron a renegados de Facebook para, en menos de cuatro años, levantar “la más sofisticada campaña de propaganda digital del lado demócrata”, como aparecía definida en la revista Wired. 

No es el único problema de credibilidad al que se enfrenta Zuckerberg desde hace algunas semanas, después de que The Wall Street Journal se hiciera eco de un informe interno de Instagram en el que se concluía que era perjudicial para las adolescentes, a causa de la distorsión del ideal femenino que encarnan muchas celebridades y usuarias. Literalmente, el informe decía que “un 32% de las chicas adolescentes se sienten mal sobre su cuerpo e Instagram les hace sentir peor” y que “culpan” a la red social “del aumento en sus tasas de ansiedad y depresión” -el escritor sueco Pascal Engman apuntaba este viernes en una entrevista que los niños que hasta hace unos años tenían el póster de CR7 o Messi en su habitación, ahora los siguen en las redes sociales y se creen que son sus amigos-.

La cuestión es que la compañía ignoró el contenido del informe y ahora ha llegado hasta el Congreso donde esta semana ha comparecido Frances Haugen, exempleada de Facebook y encargada de filtrar el documento a la prensa, quien ha denunciado el uso de un algoritmo nocivo para niños y adolescentes: “Comparezco ante ustedes para afirmar que estos productos dañan a la infancia, avivan la división y debilitan nuestra democracia”, dijo, según recoge la crónica de Iker Seisdedos para El país. “Es urgente que el Congreso actúe”, concluyó en alusión a precedentes como el de la industria del tabaco, el automóvil o las farmacéuticas.

Por supuesto, han intentado desacreditarla, y el hecho de hacerlo le ha conferido cierto aire de justicia poética al apagón del lunes, cuando por unas horas miles de millones de usuarios dejamos de trabajar para Zuckerberg y nos sentimos la mar de bien.

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