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'The undoing': La vida oculta de los otros

'The undoing’ promete más de lo que ofrece: resulta más sólida en su retrato de la clase alta neoyorquina que en la trama criminal

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Basada en la novela de Jean Hanff Korelitz, The undoing satisfará al exigente público al que implícitamente va dirigida: es un producto de gran calidad, con un reparto estelar, una muy cuidada ambientación, una trama interesante -crimen incluido- y con final cerrado. Casi una película de Hollywood convertida en miniserie.

Producida por -y para el lucimiento personal de- Nicole Kidman (hace un gran trabajo, aunque sobran lágrimas y uno acaba condenando a su cirujano), narra el trauma al que se enfrenta una acomodada familia neoyorquina envuelta en un caso de asesinato. Él (Hugh Grant) es un reconocido oncólogo al que acusan de la muerte de una mujer con la que reconoce haber mantenido una relación adúltera. Ella (Nicole Kidman), una brillante terapeuta especializada en ruptura de parejas. Tienen un hijo y, en apariencia -incluso en la realidad-, llevan una vida lujosa y feliz que se ve sacudida y desestabilizada a causa del crimen y de las revelaciones en torno a la vida oculta del admirado padre de familia.

Sobre ellos pesa asimismo la figura del padre de Kidman (soberbio Donald Sutherland), un encorsetado y gris multimillonario del que cuesta poco imaginar la falta de prejuicios sobre los que ha ido consolidando su privilegiada posición social, más allá de su cultivada afición por el ajedrez y la música clásica. Y en torno a todos ellos, de un lado, sus felices y ricos allegados, y, del otro, los policías que investigan el caso, el marido de la asesinada y la despiadada abogada que pueden permitirse para salir airosos de un asunto incómodo y mugriento.

Dirigida por la danesa Susanne Bier, The undoing promete más de lo que ofrece, y se muestra mucho más sólida en su retrato social que en la trama criminal y judicial, en la que termina por recurrir a las trampas y a ciertos factores inverosímiles con los que justificar el suspense. En realidad, es su primer punto de vista el que trasciende, el de la disección de un mundo en el que solo importa el número de cifras de tu cuenta bancaria y los nombres que figuran en tu agenda telefónica. Más aún, la protección de tan privilegiada e inaccesible existencia, aunque sea a base de mentiras o, simplemente, de ocultar la verdad. También se recurre a los juicios paralelos e incluso al endiablado factor de las redes sociales para, a través de algoritmos, manipular, si hace falta, a un miembro del jurado. Temas que resultan más interesantes que su fallida apuesta por el clásico whodunit, y que solo quedan esbozados colateralmente, pese a su ácida y afilada controversia, muy a tono con el núcleo de esta interesante miniserie.

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