El periodista gaditano Francho Barón ha recibido el premio EMMY en la categoría de "últimas noticias" por su cobertura para la CNN de las revueltas independentistas de Barcelona del 2019, todo un reconocimiento a un ejercicio de "periodismo clásico, artesanal e irrefutable, sin trampa ni cartón".
"El periodista de raza tiene que ensuciarse la suela de los zapatos", afirma en una entrevista con Efe este corresponsal de la CNN, que el año pasado ya fue candidato a otro EMMY por "Chapecoense: las claves oscuras del siniestro", una investigación sobre el siniestro ocurrido en el 2016 con un avión alquilado por el club de fútbol brasileño.
Ahora se ha alzado con este reconocimiento por la cobertura que durante siete horas ininterrumpidas realizó en directo de los disturbios ocurridos el 18 de octubre del 2019 en Barcelona, adentrándose, junto con un cámara, en los focos de las revueltas, protegido por un casco y un micrófono.
Cree que el jurado ha visto en esta pieza un trabajo que se aleja de "reportajes empaquetados" o coberturas estáticas "que se realizan a cinco metros de distancia" y que se acerca a "la escuela más clásica del periodismo" que, cámara al hombro, relata la actualidad desde "una acción permanente" y sin edición, "sin la mínima posibilidad de que los hechos se manipulen o sobredimensionen".
Un periodismo en el que Francho Barón está curtido y al que se tiró de lleno desde que en 1999, nada más acabar sus estudios de periodismo en la Universidad de Salamanca, y escribió una carta a la Agencia Efe para pedir "una oportunidad para hacer lo que fuera, aunque fuera fregar suelos", recuerda.
Ese mismo verano hizo prácticas en el departamento de Televisión de Efe. Al acabar, se marchó a Bruselas a trabajar como periodista independiente.
En el 2006 se trasladó a América Latina, desde donde trabajó para distintos medios, hasta que ingresó en el 2014 en el canal CNN en español, con Brasil como base.
Desde allí voló a Barcelona para cubrir las revueltas independentistas: "Estábamos preparados para cualquier escenario, pero no esperábamos la virulencia con la que deflagró aquel conflicto. No nos imaginábamos que iba a llegar aquel voltaje. Durante quince años he estado en situaciones de gran convulsión social, pero el nivel de virulencia de aquella tarde no recuerdo haberla visto antes, fue brutal".
Más allá del trabajo del equipo que estuvo sobre el terreno, alaba la capacidad de unos editores que deciden "hacer volar desde Río de Janeiro a un equipo".
"Desde mi humilde opinión, cada vez faltan más editores que manden a los periodistas a la calle y sobran editores que piden a sus redactores que escriban cuatro historias al día en su silla. Contar una historia desde el terreno es importantísimo", afirma.
Si se le pide algún consejo para los nuevos profesionales de la información, es el mismo: "El valor de ir al terreno, de tener sentido común, de actuar con honestidad y contar las cosas desde la mayor distancia posible, desde el mayor equilibrio posible".
"Mi primer consejo es que no se dejen llevar por los cantos de sirenas de las redes sociales, como si todo se pudiera resolverse con ellas. Hay que ir a la calle, oler y hablar con la gente", dice.
Lamenta que el periodismo "de raza" tenga que convivir hoy con "un periodismo bastardo" en "un momento en el que lo que sobra es ruido" y también "un nivel de intrusismo que roza niveles preocupantes", con "amateurs que están de paseo en medio de la acción con un teléfono móvil para colgar las imágenes en su red social", algo que hace "un flaco favor a la preservación de la quinta esencia del periodismo".
Barón ha establecido ahora en Sevilla su base de operaciones, porque, "después de 22 años dando vueltas como un vagabundo con un macuto" para estar en los "puntos calientes" de la actualidad mundial, quiere estar más cerca de su familia, sus amigos y su Cádiz natal.
Pero siempre "con el teléfono encendido", porque en cualquier momento su medio le llama y le envía a ensuciarse la suela de los zapatos a algún lugar del mundo.