En un año de suspensión de la Feria de San Lucas como este 2020, VIVA JAÉN se adentra en el Archivo Histórico Municipal para conocer cómo se celebraba la fiesta más importante de la ciudad, releyendo los bandos municipales, las actas de los plenos, las cartas enviadas al Ayuntamiento por los industriales encargados de montar atracciones y organizar los fuegos artificiales y para conocer los programas de actividades de los que disfrutaban los jiennenses desde finales del siglo XIX a principios del siglo XX.
Fue un 5 de octubre de 1918 cuando se decidió en el pleno municipal la suspensión de la Feria de San Lucas por una epidemia de gripe. El acta recoge cómo tras la organización de una reunión con el inspector de Sanidad, el señor alcalde manifestó que “a consecuencia de las noticias alarmantes recibidas por la Junta de Sanidad de pueblos próximos referente a la epidemia reinante y de las órdenes que dicha Junta recibe de la Inspección para que adopte con el mayor celo todas las medidas que entienda necesaria, ha acordado ésta suspender la próxima feria de octubre”.
El acta recoge “que debería también suspenderse los juegos prohibidos por la Ley, ya que según se dice públicamente se dedica en todos los círculos y tabernas de la capital, en los cuales se reúne en locales cerrados un numeroso grupo de personas, con notorio perjuicio que podría producirse para la propagación de la epidemia reinante”. Entonces, como hoy, se impusieron restricciones.
Las tiendas y puestos de la Feria de Agosto de 1850 se organizaban en conocidas plazas y calles de la ciudad. Así se recoge en el bando de don Juan Pedro Forcada, caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, alcalde corregidor de esta capital. “He acordado que todas las tiendas o puestos que tanto los forasteros como los de esta capital hayan de establecer en local distinto de sus casas, se colocarán en la Plaza de La Constitución y San Francisco y en las calles Campana y El Pósito.
Los primeros se concentrarán con el arrendador de este arbitrio para el sitio que han de ocupar y, a los demás, se le fijará el punto donde han de colocarse. Sólo el que obtenga un permiso podrá colocar sillas para el servicio público en la plaza de La Constitución, limitándose a recibir ocho reales por cada una de las personas que las ocupare”.
En cuanto al ganado caballar, mular y asnal se situaba en la Plaza de San Antonio, Calle del Matadero, de los Morales Arrabalejo hasta la Puerta del Aceituno, “ocupando las aceras a fin de dejar libre el tránsito por aquellas y con especial prohibición de que sean ocupadas para tal objeto las calles de Puerta Barrera, San Clemente, Fontanilla y Mesones”. Los ganados lanar, cabrío, vacuna y de cerda se colocaban en la parte interior de la Puerta Barrera. En la ciudad no se permitían los mendigos, “así forasteros como vecinos, que no se hallaran expresamente para pedir”. Tampoco estaba permitido a los castellanos o gitanos ocuparse en el cambio, venta y enganche de caballería. Se prohibía “todo juego público y ninguna persona podía tenerlo en su casa, siendo penados por las leyes”.
La embriaguez era castigada “con la mayor severidad y los dueños de las tabernas o despachos de vinos y licores” eran responsables. Se castigaba “con las más severas penas los que blasfemaren de Dios, de la Virgen, de los Santos o de cosa sagrada”.
Don Julio Ángel y Muñiz firmaba el bando de la Feria de 1897 (del 18 al 20 de octubre) para una mejor organización.
El programa de festejos de la Feria de San Lucas de 1907 pretendía “solemnidad” en su celebración y se le daba “todos los atractivos necesarios para aumentar la afluencia de forasteros, fomentando así los negocios y transacciones mercantiles en beneficio de los intereses de la capital”.
Se organizaban recorridos de gigantes y cabezudos con las bandas de música, disparándose cohetes y sonando repique de campanas. A las tres de la tarde se repartían mil bonos de pan a los pobres y a las ocho de la tarde, se iluminaba y sonaba la música en el real de la Feria. El 18 de octubre de 1907, se tocaba diana a las seis de la mañana y una hora más tarde, se repartían mil bonos de pan. A las diez, se celebraba una gran función religiosa en la Santa Iglesia Catedral, dedicada al Santo Rostro, que estaba de manifiesto, asistiendo a este acto la Corporación Municipal. Por la tarde, se celebraba una gran corrida de toros. Era el día en que se recibían los trenes botijos, estos son, los que se fletaban para que llegara a la ciudad gente de fuera. Eran adornados con guirnaldas.
También se organizó ese año un concurso de parejas de baile en la Plaza de Santa María, con tres premios de 125 pesetas el primero, 100 pesetas el segundo y 75 el tercero. Por la tarde, el Teatro Cervantes acogió un gran concierto musical y, por la noche, se celebró una sesión de cinematógrafo en la plaza de Santa María. Ese año hubo concurso de escaparates, con premios de hasta 100 pesetas.
Por la tarde, el Teatro Cervantes acogió un gran concierto musical y, por la noche, se celebró una sesión de cinematógrafo en la plaza de Santa María. En el Teatro Cervantes se celebraban los Juegos Florales y por la noche, había fuegos artificiales.
Una carta escrita por Manuel M. de Pinillos, responsable de una pirotécnica de Sevilla, al alcalde en 1889, recoge la organización de los fuegos artificiales. “Todo lo que constituye el espectáculo será de la mayor calidad”, se comprometía. Informaba que llevaría “cientos de fardillos de papel y aparatos y proyectiles”. El 18 de octubre de 1889 se elevaron “ocho hermosos fantoches representando figuras y animales de varias clases”. El día 19, se lanzaron hasta 100 cohetes a la vez.
En la Feria de 1921 se organizaba un Concurso Nacional de Bandas de Música.