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Cataluña / Catalunya

“La ONU les dice que la autodeterminación es para las colonias; Europa les dice que fuera de España nada, y sin embargo ellos, movidos por esa entelequia mezcla de sentimentalismo y odio, no desisten en su actitud, plagada de resentimiento y deslealtades”

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Escribo su nombre indistintamente, en castellano y en catalán, porque amo ambas lenguas. En las dos he vivido y amado, así que forman parte de mi y yo de ellas, de mi historia y mi poesía.
Amo al idioma catalán y amo a Catalunya, así que comprenderán ustedes que esté triste por el espectáculo grotesco que están dando no los catalanes, sino buena parte de la clase política catalana, empeñada en conducir a su pueblo a una ficción a la que han dado en llamar República Catalana.


No sabe uno de dónde viene este afán de romper España. Si lee uno a Ortega y Gasset se dará cuenta de que catalanes y vascos, los dos países más proclives a la desunión, sólo han estado “a gusto” con nosotros cuando hemos tenido un proyecto común en el exterior. Eso se vio muy bien cuando hicimos las Américas. Perdido todo, con la debacle del 98, volvimos a mirarnos el ombligo y Barcelona y Bilbao volvieron a querer marcharse. El proyecto común en la actualidad podría ser Europa, si es que Europa no estuviese en horas bajas y a punto de expedirse a sí misma el certificado de defunción.


Por eso creo que tenemos que vivir y convivir con este tira y afloja que los políticos catalanes, con las excepciones que todos conocemos, vienen ejecutando y que llena de perplejidad a todo el mundo.  La ONU les dice que la autodeterminación es para las colonias; Europa les dice que fuera de España nada, y sin embargo ellos, movidos por esa entelequia mezcla de sentimentalismo y odio, no desisten en su actitud, plagada de resentimiento y deslealtades.


También es verdad que en España falta un Gobierno fuerte, hablador, que no se limite a ignorar la realidad. Hace falta un Gobierno que se reúna con la Generalitat y le diga que no habrá referéndum vinculante para la independencia, porque, entre otras cosas, desvincular a Cataluña de España significaría también separar a los propios catalanes. Reformas constitucionales, federalismo, de todo se puede y se debe hablar. Pero dejando claro, dejándoles claro, que no habrá independencia unilateral. Y no precisamente porque Catalunya no sea capaz de desenvolverse como país soberano, sino porque España, con Cataluña dentro, es una entidad histórica, nacional. Y un ser histórico, nacional, es antes que otra cosa un entramado de relaciones humanas, de convivencias, de amores y guerras que no puede ser clausurado ni por la mitad más uno de los votos ni por la irresponsabilidad mesiánica de ningún gobernante.

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