Adolfo Bosch Lería, conocido popularmente como Fofi, cumplió con lo prometido y el pasado 5 de enero por la mañana se plantó en Cádiz con una comitiva formada por seis caballos y un coche antiguo con el objetivo de que sus reivindicaciones sean escuchadas.
La primera parada de la caravana fue en los Juzgados de la plaza de San José, donde hizo entrega de varios escritos ante el Juzgado número 1 y el 3, además del Contencioso Administrativo que son con los que el submarinista y arqueólogo ha mantenido abierto varios litigios en los últimos años. Dicho escrito, y tras avanzar con los caballos por la avenida, también los ha depositado en la Subdelegación de Gobierno. La excursión reivindicativa llegó también hasta la Audiencia Provincial, la Diputación de Cádiz, la Delegación de Gobierno y el Museo Municipal de Cádiz.
Cabe recordar que desde hace varias semanas viene manifestando a la puerta de los juzgados de San José de Cádiz y ante diversos organismos de la Junta que tienen relación con sus reivindicaciones, además de haber presentado denuncia contra medio centenar de presuntos implicados, “entre ellos jueces, magistrados, fiscales, autoridades de la Administración, delegados, secretarios y jefes, funcionarios y miembros de los Cuerpos de Seguridad del Estado”.
Eso es parte de lo que explica en el escrito que está distribuyendo en los lugares de protesta a la que vez que recuerda que sigue solicitando que le enseñen el expediente CA1/93BC, así como los incoados como consecuencia de las hojas de reclamaciones presentadas ante la Delegación Provincial de Cultura y el Museo Provincial. “Expediente que nunca me han mostrado completo”.
Fofi entiende que ese expediente s “indispensable para poder defenderme de los abusos que hasta ahora he sufrido continuamente y para demostrar las irregularidades cometidas”, siempre según el escrito.
La historia
El 24 de septiembre de 1991, la Guardia Civil llamó a la puerta de la madre de Adolfo Bosch Lería, un conocido buzo isleño que coleccionaba piezas arqueológicas. Unas sacadas por él mismo del fondo del mar; otras compradas a otros coleccionistas.
Registrada la vivienda que constaba en la orden judicial sin encontrar nada, ordenaron a un hermano de Adolfo Bosch abrir un almacén aledaño, para el que no había orden judicial de registro, según afirma Adolfo, donde encontraron las piezas de su colección. Una colección de la que todo el mundo sabía por su contacto con arqueólogos y museos e incluso por su ofrecimiento de crear un museo con ellas a cambio de un puesto de trabajo. Sólo eso por un tesoro.
Ahí comenzó la odisea de Adolfo Bosch Lería, en un tira y afloja con la Delegación Provincial de Cultura, de juicio en juicio, con las piezas en su poder en calidad de depositario y luego sin las piezas, que la Guardia Civil tuvo que sacar después por encima del muro porque se negó a abrir la puerta sin orden judicial, para llevarlas a Cádiz y algunas de ellas al Museo Naval de San Fernando, ese que ahora se está trasladando al edificio de la Capitanía.