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Jerez

De vender tintilla a controlar 10.000 trabajadores

Dieciocho bodegas, viñas por todo el pago, construyó un par de barriadas, una parroquia, el Polideportivo y el Banco de Jerez, antes Noroeste, como emblema.

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Cuando aquella noche de Otoño, a mediados de los años 90, José María Ruiz-Mateos Martínez de Tejada bajaba del despacho del alcalde Pedro Pacheco  y declaraba en la puerta de la Casa Consistorial que estaba dispuesto a comprarle al Ayuntamiento las acciones del Xerez Club Deportivo “siempre y cuando  me devuelvan el complejo de La Atalaya”, algo que sabía que era imposible, atrás había dejado una expropiación de esa colmena de empresas que, bajo el distintivo de la abeja, se aglutinaban bajo el nombre de Rumasa, un imperio que había echado sus raíces en Jerez, la ciudad adoptiva de este roteño que estudió Comercio en la calle Porvera y que al amparo de su padre, Zoilo Ruiz-Mateos Camacho, comenzó en el negocio del vino vendiendo el tintilla de su pueblo natal. Venía a Jerez a vender tintilla a los bodegueros y, poco a poco, se fue metiendo en el negocio del vino comprando la bodega que Guardiola tenía en la calle Lechugas. Puede decirse que esa compra fue el comienzo de esa espectacular escalada empresarial que le llevó a controlar, solo en nuestra ciudad, desde los años 60 al 83 del boyerazo,  cerca de diez mil trabajadores, entre puestos directos en sus empresas e indirectos.
Zoilo Ruiz-Mateos fue la razón social de donde partió todo. La fundó el propio José María, aunque le pusiese el nombre de sus padre, gracias a la compra de varios cascos de bodegas que terminaron formando La Atalaya, en calle Lealas y calle Cervantes, donde incluso, en un chalet dentro de la finca, llegó a vivir durante un tiempo. Luego en la Atalaya montó el Museo de Relojes y hasta nació el equipo del Don Zoilo que militó en categoría regional.
José María Ruiz-Mateos, Rumasa, llegó  a tener hasta dieciocho bodegas en Jerez, bodegas medianas como Pemartín, Misa, Mérito o Díez Hermanos y otras de más nivel como Palomino & Vergara, que fue la segunda que compró tras la de Guardiola, o la de Garvey, entonces en calle Guadalete, o Williams &Humbert.
No solo el aspecto bodeguero fue importante en la vida jerezana de Rumasa,  ya que la constructora Hispano Alemana tuvo una gran repercusión. Fue una constructora que puso en marcha para que hiciese las obras en las empresas que iba montando. En empresas bodegueras y en viñas que tenía por todo el pago de Jerez, llegando a hacer  un Centro de Viñas y también en obras sociales, como la barriada del Perpetuo Socorro, o los bloques de Ruiz-Mateos en barriada Icovesa e, incluso, a petición de su hermano Alfonso, entonces sacerdote redentorista, hizo construir la actual Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Precisamente a esa advocación mariana la hizo Patrona del Grupo, con celebraciones sonadas en los días de su festividad.
También el brazo económico de la banca, desde donde se financiaban sus otras empresas, tuvo su calado en la ciudad. Hay recordar el Banco de Noroeste, que estaba en el antiguo edificio del Cine Maravillas, en la esquina de Larga con Bizcocheros, haciendo tapar su fachada con un panel blanco con las siluetas de la abeja, a modo de colmena. Los munícipes de entonces permitieron tal engendro. El Banco Noroeste pasó a mejor vida y el banco estrella del grupo en nuestra ciudad pasó a ser el Banco de Jerez, que se enclavó en la Alameda Cristina, en el sitio que antiguamente ocupasen primero el Instituto Padre Luis Coloma y, hasta comienzos de los años 70, el lasaliano Colegio La Salle que luego se fusionaría con el Buen Pastor, ahora en la calle Antona de Dios.
Ruiz-Mateos participó en todas las esferas sociales de la ciudad. En la religiosa fue activo miembro del Opus Dei con Pozoalbero como sitio de encuentro y fue fundador de la Hermandad de la Sagrada Lanzada, en sus tiempos estudiantiles, junto a Rafal Navarro, Enrique Hernández, Rufino Pedrosa y su hermano Zoilo. Posteriormente se integraría en la Hermandad de Las Tres Caídas donde ejerció el mecenazgo, viniendo cada año, cada Miércoles Santo, a hacer estación de penitencia. En lo cultural estuvo la Fundación Ruiz-Mateos con el nacimiento del Centro de Formación Profesional de Rumasa, aún existente, en la calle San Juan de Dios. Incluso montó una monumental caseta de mampostería en el Parque González Hontoria, que era la caseta de Rumasa, de obligado paso tanto en la Feria del Caballo como en la de La Vendimia y lugar donde se llevaron a cabo cientos de celebraciones desde bodas a conciertos. O el Polideportivo.
Todo fue antes de la expropiación del año 83. Después llegarían sus salidas de tono, su presencia en las cárceles y su lucha por reconquistar el imperio perdido. Ya en los 90, cuando aquella entrevista en el Ayuntamiento, cuando ya mandaba en el Rayo, había comprado la bodega José de Soto y luego de nuevo Garvey, que se convirtió en el santo y seña de su presencia en la ciudad, amén de bodegas Valdivia, en el complejo de Villa del Duque, que, en su época, sirvió de pequeño hotel, y  la Fundación Teresa Rivero, desde la que tiró de chequera para donativos a hermandades y actividades culturales. La Fundación y todo lo demás quedó enterrado bajo las piedras de lo que pudo ser y no terminó de ser. Ruiz-Mateos reinó durante un tiempo en  Jerez y terminó perdiendo su pelea con una ciudad en la que pasó de ser querido a ser casi repudiado, de ser admirado a ser vilipendiado, sobre todo después del turbio asunto de los pagarés. 

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