Esteban dijo en sala de prensa que de los resultados, lamentablemente, se aprende. Tampoco es cuestión de estar aprendiendo semana tras otra, pero sí hay que sacar conclusiones porque, afortunadamente, queda mucho campeonato por delante y tiempo para mejorar, ya que empeorar es imposible. La conclusión que saco es que la afición, la que da la cara cada domingo en Chapín, sea este año mucha o poca, está literalmente hasta los huevos; que ese enfado que hay entre la generalidad de los aficionados puede condicionar alarmantemente el futuro no del equipo sino de la entidad, que es lo que realmente importa, porque los jugadores, los técnicos pasan pero queda el club. Y el club anda también a la deriva en lo económico, con esa pesada losa que existe para final de temporada. Ayer los aficionados, después de mucho tiempo, se acordaron de Joaquín Morales. Es decir que los resultados deportivos adversos tienen incidencia clara en lo institucional. También pusieron de vuelta y media a unos jugadores a los que, desde mi posición en el palco de prensa, me dio el pálpito que les faltó mucho de actitud, al margen de la aptitud que cada uno tenga para jugar en la categoría en la que está jugando. Esteban se salvó de la quema, por razones lógicas. Porque es el entrenador que la afición quería que se sentase en el banquillo y porque es un hombre que tiene su nombre escrito con letras de oro en la historia del Xerez, aunque él también es consciente de que el fútbol tiene, desgraciadamente, escasa memoria y que las cañas se vuelven lanzas a poco que la situación deportiva no cambie de forma total y absoluta.
Nadie en estos momentos pone en duda que la credibilidad del entrenador es infinita, pero tampoco que es a él, junto a sus cuadro técnico y a los jugadores, al que le corresponde sacar esto hacia adelante más pronto que tarde. Pronto, porque ya se sabe cómo es esto del mundo del balón redondo. En cuanto se pifie una jornada más se comenzará a hablar de que el vestuario está roto -cuando se gana nunca se rompe-, de que no hay unión, de que falta cohesión, de que se ha gestionadl mal este o aquel tema, que si las rebajas de sueldos, que si pito que si flauta. En estos momentos de incertidumbre institucional lo que menos necesita el Xerez son problemas que a lo mejor no existen, pero que se comenzarán a airear porque es más fácil hacer leña del árbol caído que del árbol enderezado.
Enderezar la situación deportiva es urgente para que la zozobra no se instale en los alrededores de Chapín. No sé cómo se puede conseguir cambiar diametralmente la imagen del equipo, porque no me pagan para eso. Lo que sí sé es que ni la defensa funciona , es decir el balance defensivo, ni en ataque se encuentra el modo de marcar. Pocos disparos a puerta en todo el partido y de los pocos, dos se fueron a topar al palo. Y es que a perro flaco es cierto todo se le vuelven pulgas. Pero el perro no tiene la culpa que un tío de la experiencia de Iago Bouzón vea dos amarillas en diez minutos, ni de que la gente de atrás estuviese comiendo pipas cuando Óscar Sánchez metió el segundo gol o de que Mendoza perdiese un balón que facilitó la acción del primer tanto. Ni siquiera que, en un momento determinado, los delanteros del Murcia hiciesen una jugada de dibujos animados ante la complaciencia de los que ayer no fueron dignos de vestir la camiseta azul y de defender el escudo de un histórico del fútbol como es el Xerez.
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