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Jerez

La Rosaleda en el recuerdo

Aquellos mediodías juveniles de COU en el Alvar Núñez que tenían para algunos su continuidad en La Rosaleda con la ensaladilla y la cerveza

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Dicen que en los jardines de La Rosaleda se va a montar un restaurante merendero, es decir que el bar de siempre, el que jamás debió ser destruido va a volver a erigirse como puerta de entrada para un Parque González Hontoria que carece de vida durante once meses del año y que únicamente recobra su hegemonía cuando llega la Feria del Caballo. Ese anuncio de la vuelta de un bar a La Rosaleda me trae recuerdos de todo tipo. Aquellos mediodías juveniles de COU en el Alvar Núñez cuyas clases terminaban, para algunos de nosotros, siempre antes de tiempo y tenían su continuidad en aquella Rosaleda de cerveza y ensaladilla; aquellas tardes de junio con los caracoles; aquellas noches de pescaito frito de Santiago y copa en el bar que ya regentaba Domingo Robles, un montañés que llegó a Jerez para echar raíces y montar una familia entrañable o aquellos mediodías dominicales, uno ya hecho padre de familia, con la carne con tomate de plato y los niños jugando en el columpio. Y recuerdo que esa Rosaleda era la antesala de un Parque González Hontoria  que tenía vida, con los cacharritos de Becerra, tristemente ya desaparecido, con el bar de Las Tres Niñas y con gente, con mucha gente, dándole vida más allá de los días feriados. La Rosaleda, mi Rosaleda querida, la de mi juventud, la de mis primeros pasos como padre de familia numerosa, la de mi amistad inquebrantable con Domingo, la de mis confidencias, aquella Rosaleda que sabía de escapadas estudiantiles y hasta de repasos de última hora antes de los exámenes; aquella que era parada y fonda antes y después de los entrenamientos del Xerez ya en mi etapa de juntar letras y contar cosas negro sobre blanco, va a volver a ser centro de atención de los jerezanos, va a ser portada ideal para un Parque con vida nueva, va a ser protagonista de primeras cervezas y primeros pitillos, de primeros ligues y hasta de alguna lágrima. Esa Rosaleda, sin las tapas de Carmen ni la dirección de Domingo, volverá para ver salir el sol de cada mañana y ver la luna llena, mientras que alguna niña y algún niño se enamoriscarán en una noche de verano y con el azul cielo de Jerez por testigo.

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