Se lidiaron seis toros del Conde de la Maza, bien aunque desigualmente presentados. Dentro del común fondo de mansedumbre, el segundo de la tarde tuvo un buen pitón izquierdo. Cuarto y sexto, rajados, no molestaron al torero y el primero y el inválido tercero fueron los peores del encierro.
Luis Bolívar, de rosa y oro. Pinchazo y estocada, silencio. Estocada, ovación.
Salvador Cortés, de púrpura y oro. Media estocada, ovación. Media muy caída, silencio.
Joselito Adame, de blanco y plata. Estocada que asoma, ovación. Estocada, oreja.
La plaza registró menos de media entrada en tarde nuevamente fría y ventosa.
LA SORPRESA LLEGÓ DE MÉXICO
Llegó dispuesto a triunfar, fueran cuales fueran las circunstancias y lo consiguió a pesar del común denominador de mansedumbre que presidió todo el encierro del Conde de la Maza. Pero Joselito Adame puso todo de su parte y mostró su declaración de intenciones desde que se abrió de capote.
Tuvo muy pocas opciones con el tercero de la tarde, un precioso capuchino que debió ser condenado a banderillas negras por su mansedumbre ante los caballos. Pero pareció romper en la muleta gracias a la firme predisposición del jovencísimo diestro azteca, que se sorprendió como todo el mundo del extraño comportamiento del animal, derrumbado en el albero con síntomas de sufrir alguna dolencia en el último tercio.
Con ése no había podido ser pero ahí quedaron un buen puñado de muletazos seguros, solventes y capaces en los que destacó la colocación del torero, dando siempre todas las ventajas y entregándose por completo para hacer el toreo.
Cuando salió el sexto, el festejo ya caminaba por los habituales derroteros del aburrimiento aunque Joselito Adame sabía que aún tenía una oportunidad para reivindicarse en su debut maestrante.
Un vistoso quite por lopecinas, dichas muy de una en una por las continuas huidas del animal terminaron de animar el cotarro, sobre todo después del recorte improvisado con el que Adame remató su intervención capotera.
Con la muleta mantuvo idéntico tono de entrega a pesar de las claras querencias del toro del conde de la Maza, que se distraía en cada muletazo pero el matador supo dejarla siempre puesta y tirar de él en series perfectamente ligadas y templadas que calaron con fuerza en el público.
Si la faena la había iniciado con vistosos estatuarios y una sensacional pase de la firma, la abrochó con una gran serie de derechazos a los que ligó un trincherazo antes de torearlo a pies juntos cuando el toro sólo quería la huída. La estocada fue suficiente y la oreja, de ley.
El colombiano Luis Bolívar había tenido que pechar en primer lugar con un voluminoso pero poco aparatoso ejemplar que manseó con aire bronco y ante el que estuvo delante más tiempo del recomendable y del que aconsejaba la paciencia de los espectadores.
Se pudo desquitar en parte haciéndolo todo con el manso ejemplar que salió en cuarto lugar, al que supo tapar siempre la puerta y atacarlo en tiempo y forma para arrancarle un buen puñado de muletazos que lograron calentar los tendidos en una tarde que volvió a ser tremendamente fría.
Salvador Cortés, por su parte, tuvo en sus manos el ejemplar más potable del envío del Conde de la Maza, un segundo que se dejó por el pitón izquierdo con algunas intermitencias y con el que el diestro sevillano se templó de más a menos sin que el trasteo terminara de coger vuelo.
Con el quinto, uno de dos los peores del encierro, cabían pocas opciones y Cortés lo echó abajo de media muy desprendida después de esbozar una faena imposible por las tarascadas y el mal estilo del toro.