No sé como se las apañarán hoy en día aunque malicio que, como todo, tendrá su margen para la trampa. Para darnos coba, vaya.
Este año el legislador se lo ha tomado como los tres monitos -ni ver, ni oír, ni hablar- alentando el consumo para que soltemos hasta el último céntimo. Por eso cuando en la bulla escuché a la señora quejosa por las molestias del gentío acerté a decirle: “Tranquila, mujer, que somos los héroes salvadores de la patria”. Ella, como pudo, preguntó: “¿Y eso quién lo dice?”. “Los políticos, señora”, respondí animado. ¡Está visto que no tengo remedio! No escribiré aquí lo que la buena mujer contestó, diré que su respuesta no se podría tildar como políticamente correcta. Pues vale. Reconozco que a veces peco de inocente, que soy propenso a creerme cosas y, por mi disentimiento con la oronda transeúnte, me parece que, aunque llevo razón, los hechos se empeñan en desmentirme. Y no sé por qué.
La crisis está aquí, y es cierto que no nos fustiga a todos por igual. Una pareja, donde los dos trabajan, y siguen teniendo sus sueldos, no tienen por qué darse peor vida porque para ellos ha bajado la gasolina, el gas, el euríbor de la hipoteca y hasta los productos perecederos. Que ganando lo mismo les cundirá más. Estos son los beneficiarios del lío y ellos deben ser los que estimulen el consumismo. Que gasten, por favor, por ellos y por nosotros. Que se porten cómo reyes buenos. Como los Magos de Oriente, quiero decir.