Aunque hace ya unos meses tuve la oportunidad de transmitirles mi opinión respecto a la complicada situación que la Sanidad de nuestro país atraviesa, algunos datos recientes me han hecho reflexionar nuevamente en este aspecto.
Por todos es conocido y “padecido” el hecho de que la Atención Primaria no puede dar soporte a las demandas de atención de una población cada vez más envejecida, y la Medicina Preventiva, que debiera ser el principal pilar de la salud, no puede practicarse de una forma adecuada en esos escasos minutos con los que cuentan nuestros facultativos para atenderles.
En la Atención Especializada, el tiempo de espera hasta que acude a una primera valoración cada vez es mayor, y si, además, en dicha cita se le solicitan algunas pruebas diagnósticas, la segunda visita para los resultados puede retrasarse de una forma casi ilimitada. Las causas de esta situación son muchas, pero las soluciones planteadas hasta la fecha han sido escasas. Es muy difícil que, sin cambios sustanciales, podamos anticiparnos y satisfacer las necesidades futuras de los enfermos.
La falta de profesionales era previsible, debido a la gran limitación de acceso de estudiantes a las Facultades de Medicina, haciendo imposible el relevo generacional de aquellos profesionales que ya dieron lo mejor de sí mismos durante las últimas décadas. A esto se suma el abandono de la profesión o bajas laborales de muchos compañeros, agotados y presas de un sistema en el que cada vez resulta más complicado ejercer su vocación por la creciente presión asistencial. Y ante este panorama, muchos médicos jóvenes buscan mejores condiciones laborales en el extranjero, lo que acentúa aún más este problema de escasez de personal sanitario.
¿Y cuál ha sido la respuesta de muchos pacientes a la lógica preocupación por su estado de salud? Contratar un seguro privado de salud. Así es, ya que según algunos datos estadísticos, alrededor de 12 millones de personas en 2024 ya lo tienen. Y es comprensible y respetable que este tipo de medicina sea una alternativa razonable, e incluso la primera opción para aquellas personas que, por diferentes razones, la prefieran y puedan costearla.
Pero no debería ser la solución a las deficiencias de las que en los últimos años nuestro Sistema Público adolece. Por ello, debemos defenderlo y apoyarlo, ya que es un valioso derecho al que no podemos ni debemos renunciar. Además, esta sanidad nos hace a todos iguales, sin distinción de condición social o económica. Y la confirmación de esta equidad la tendrá usted mismo, ya que si debe ingresar en el hospital, se dará cuenta, después de ponerse la bata, que tiene “el culo al aire” como todos los demás.
