Casi siempre ausente el buen gusto y la imaginación, la inmensa mayoría de las novatadas no son “inocentes juegos de juventud”, sino crueles muestras de sadismo neo-nazi, dignas de ser erradicadas de forma plena y radical, incluso con los más duros castigos a los responsables y a los responsables de su falta de responsabilidad.
Que haya muerto una persona por su culpa es motivo más que sobrado para impedirlas con energía.
De nada sirve negarlas, menos aun cuando hay consecuencias graves, como la especificada. Que los responsables de los espacios físicos dónde se producen las nieguen, que se hagan los sordos, que se nieguen a responder a preguntas de los informadores, todo es claro indicio de que no han cumplido ni están cumpliendo con su obligación de dirigir de forma adecuada el centro, escuela, colegio mayor o Facultad dónde se produzca, se haya producido o se pueda producir la desgracia.
Negarlo o guardar silencio no acaba con las novatadas en ese lugar.
Podrán ocultarla, defender a los causantes, a quienes buscan diversión a costa del sufrimiento ajeno, como si un colegio fuera un campo de concentración, podrán alargar y mantener viva la sádica diversión de someter a humillación a los recién llegados.
Estas novatadas no son inocentes ni mucho menos imaginativas, como la de “buscar la llave del campo de tiro” o “asómate a mi despacho a ver si estoy” y otras que sí pueden ser divertidas para casi todos, aunque la proliferación de las inelegantes y faltas de imaginación, corrobora la necesidad de erradicarlas completamente todas.
Y hasta de inhabilitar a los directivos de los centros educativos dónde se permita esa falta de educación, de urbanidad y de humanidad.
La primera medida debería ser la expulsión del centro a quien ejerza esas salvajadas propias de quien carece de conciencia.
Pero para eso los propios directivos y responsables máximos de esos centros deberían conocerla.
La conciencia.
Y no parece ser la mayor preocupación de alguno de ellos.